viernes, 25 de abril de 2014

LAURA Y ANA

Es viernes santo, un día que solemos asociar a la tristeza, a la lluvia y a la muerte. Nuestro sustrato cristiano nos pesa tanto, que creamos o no creamos en la vida de Cristo y en el paraíso, hoy es viernes santo.
Sin embargo, luce un sol de justicia a mediodía en las terrazas de La Matandeta, vestida con sus mejores galas para recibir una ceremonia propicia  a la felicidad. Laura y Ana fueron a firmar en la frialdad y asepsia emocional de un juzgado. Pero hoy quieren pregonar a los siete vientos que fueron capaces de llegar hasta aquí. Juntas y de la mano. Pero detrás hay una historia que comienza hace muchos años...
Chata, Mari Carmen me cuenta que ella siempre tuvo claro que, desde muy niña, su hija era diferente. Había algo en ella que no tenían las otras niñas. Así que cuando decidió casarse y formar una familia, Chata intuyó que no sería para siempre.
Laura está feliz, pletórica, Ana es más retraída. Laura aporta a este matrimonio un niño de nueve años y un divorcio conflictivo. Me cuenta que, por su parte, fue un flechazo. Su madre, Chata, abrió una heladería, un día ella fue a visitarla y Ana estaba detrás del mostrador. El amor no se busca, se encuentra.
 Pero hoy, viernes, todavía no ha llegado Pascua de Resurrección y sin embargo,  luce un sol, ya lo dije, de justicia y las dos han venido con sus mejores galas, muy femeninas. No hay smoking para la que hace de hombre, no hay vestido blanco para la que interpreta el papel de esposa. Las dos muy femeninas, porque las dos se sienten mujeres. Como diría el amigo J.R.,  yo para estar con una nenaza, estoy con una mujer. Lo mío es Marlon Brando, en La ley del deseo. Ellas para estar con un camionero, hubieran estado con un hombre. Ellas son y se sienten mujeres.
Antes de llegar a La Matandeta, visitaron otros restaurantes donde celebrar su ceremonia y, en varios casos, les dijeron que no querían banquetes, ni celebraciones de personas del mismo género.
La primera boda que tuvimos así fue la de Alvar y Toni. Se conocieron en el primer curso de estudios en la Facultad de Medicina. Cuando decidieron formalizar su relación llevaban treinta años de amor. Fue en junio, recién estrenada en España la ley de matrimonio entre personas del mismo género. En Francia la aprobaron el año pasado mientras yo estaba allí. Mi amiga, Gaia de Filippo, Erasmus napolitana me cuenta que en Italia los homosexuales todavía no se atreven a salir del armario. La Iglesia católica y el Vaticano, imponen lo suyo.
Y yo pienso, que esto de la convivencia es muy difícil, se la plantee quien se la plantee. Nunca les he contado que tengo una colección muy particular. Una  colección que consiste en recoger relaciones singulares y peculiares. En mi colección conservo la de Ava Gardner y Frank Sinatra, Orson Welles y Rita Hayworth, Diego Rivera y Frida Kahlo Y entre todas ellas, hay una que se lleva el palmarés. La que mantuvieron la pintora y decoradora Dora Carrington y el poeta Lytoon Strachey.
 Dora Carrington no fue miembro del círculo de Bloomsbury, aunque se la asocie indirectamente al mismo, debido a su estilo de vida bohemio y su larga relación con el escritor homosexual. Dos de sus romances documentados fueron con Mark Gertler, un conocido escritor inglés de la época y con el escritor Gerald Brenan. Ella fue quien le sugirió que se marchara a vivir a Las Alpujarras. Se casó con Ralph Partridge, pero vivió la mayor parte de su vida con Strachey. Cuando él murió de cáncer en enero de 1932, Carrington fue incapaz de superar su pérdida, suicidándose de un disparo dos meses después de la muerte del poeta.
Pero también están las historias anónimas. Mi amigo P.E. lleva veinte años de relación con una mujer casada, compañera de trabajo. El marido tiene una enfermedad degenerativa y ella dice que mientras viva cuidará de él. M.A.M. ha mantenido siete relaciones estables a lo largo de su vida. Cuando nació M.O.R. a su madre le médico le debió de pronosticar: Señora, a tenido un hijo soltero. Cambia de pareja como cambia de ropa según la estación.
En realidad ¿Qué estamos haciendo? Huir del vértigo que nos produce la certeza de saber que dentro de nada estaremos muertos. Y para ello nos ayudamos de lo que tenemos a mano, llámese religión, amor, sexo, drogas o rock and roll.
Dejemos pues que Laura y Ana construyan su propio muro contra la muerte. Nos lo dejó escrito Quevedo en su poema Amor constante más allá de la muerte:

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Salve y ustedes lo pasen bien lo poco que queda de este mes de abril.








































sábado, 5 de abril de 2014

ELLA

A Ella no le gusta que yo diga que para que madurara me tuve que ir muy lejos. Dejé una niña y a la vuelta me encontré con una mujer. Contaba la actriz Lucía Bosé que a los hijos, para no perderlos, había que echarlos de casa. Como eso no era posible materialmente, la que se marchó fui yo.
Siempre hay crisis de crecimiento. A los niños, después de la fiebre, les duelen los huesos porque les han crecido. A los adolescentes les duele el alma.
A su padre le gusta presumir de que se parece físicamente a él. Esa piel oscura, esos ojos rasgados, esa cabellera abundante y frondosa. Esa belleza cordobesa. Pero el interior es mío. Yo la concebí.
Dos aventureros no pueden engendrar una hija oficinista. Ella necesita que le pasen cosas, que el hoy no se repita en el mañana. Franz Kafka escribió Carta al padre, pero Ottla, su hermana, podría haber escrito Carta a la madre y también hubiera hablado del miedo y la aceptación. Miedo a expresar a aquellos que nos trajeron al mundo lo que realmente somos, lo que queremos, lo que nos hace felices. Aceptación de que por mucho que corramos la tortuga siempre alcanzará a Ulises. Siempre volveremos a aquel punto del que partimos.
Yo perdí a mi madre a los veintidós años. Fue un gran dolor y una gran liberación. Ya no había nadie en mi vida que pudiera imponerme reglas, que me provocara miedo ante su no aceptación. Un día le preguntaron a mi amiga Yolanda Moreno si su hijo Álvaro tenía novia y ella contestó, no lo sé, a mi no me lo cuenta, soy su madre.
Eso es, ahí está la clave. ¿Por qué me llevo tan bien en la facultad con mis compañeros veinteañeros? Porque yo no soy su madre. No les tengo que decir qué está bien y qué está mal, con qué patrones deben regirse.
Ella es como un espejo en el que no me quiero mirar yo porque se parece a mí demasiado. No acepta los convencionalismos, no le gustan los patrones, no sabe vivir con un no. Ella quiere que la vida se llene de aventuras, que la gente se mezcle sin razón. Ella tiene mi desfici interior.
Esta noche de amigos, de letras y vinos, la miro de reojo y la veo más hermosa que nunca. RafaXambó se ha traído la guitarra y nos canta T'estimo tant, el soneto LXXI de Shakespeare, el gran
Willie, traducido al catalán por el poeta de Lérida  Txema Martínez y con música del sociólogo y escritor de Algemesí.  Y el soneto dice así:
No ploris més per mi quan sigui mort,
quan sentís la campana amb tocs virils
dient al món que sóc tan sols record
d'aquest món vil i visc amb cucs més vils.
Ni recordis, si veus aquest escrit,
la mà que el va crear: t'estimo tant
que vull que el teu enyor es torni oblit
perquè no m'hagis d'enyorar plorant.
O si potser em llegeixes quan només
el meu cos sigui fang mesclat amb fang,
no evoquis el meu pobre nom i fes
que es podreix l'amor dins de la sang,
no fos que el savi món al morir jo
rigués mentre despulla el teu dolor.
A la cena de esta noche, de Lletres entre vins han venido entre otros amigos, Manuel Monzó con Shirley Maclaine, Pablo Calatayud. Manuel nos cuenta la histora del Celler del Roure, ese chico inquieto al que el padre no comprendía y que transformó parte de la geografía vitivinícola de nuestro país. A mi izquierda, el periodista Salvador Soria, al que hace unos meses escuché una frase que me caló. Solo pretendo que mis hijos sean felices, al menos, un minuto al día.
Pues eso, Helena, Hache, haz lo que quieras, pero sé feliz.



martes, 1 de abril de 2014

LAS SAMOSAS DE RAIMON

He dormido mal. Me acosté muy pronto. Manuel, mi nieto, vino con una nota de su profesora y esta noche no era de padres, sino de abuelos.  El niño no tiene comprensión lectora y si no comprobad la ficha de lectura.
El texto decía El pajarito estaba metido en su jaula de oro... Las preguntas de la ficha empezaban así: ¿Cómo estaba el pajarito? Y en lugar de responder metido en su jaula de oro, Manuel contestó: Aburrido.
El viernes de la semana pasada fuimos a la biblioteca municipal de Sedaví a sacar  libros. Manuel hace varios meses que tiene carnet de la biblioteca. Entre los libros que él eligió, nos llevamos La Odisea. Le cuento que el libro lo escribió un ciego llamado Homero y él me pregunta si es amigo de su abuelo. Pasamos el fin de semana de Aia y Manuel. Yo le había contado que una de las estratagemas de Ulises fue decirle al cíclope Polifemo que su nombre era Nadie. Así que cuando el sábado por la mañana vimos la película de Kirk Douglas, él me replica que no le he dicho la verdad, que la historia que yo le he contado, no es la misma que acaba de ver en el cine. Entonces tengo que hablarle de las versiones, de que en la vida existen versiones acerca de la verdad y de que el narrador también tiene sus intereses. Cosa que debería tener clara la maestra de Manuel.
¿Samosas? ¿Tenía que hablarles de samosas, tal como anuncié en el título? Pues sí, a lo que vamos. Raimon Tortosa y Xefa su mujer son de esos amigos que tenemos afillolats que diría también el amigo Xavier Marí. ¿Por qué los quieres? Porque son como son y no le des más vueltas.
A los dos los conocimos a través de la Asociació Gastronòmica Fòc i Cassola, de la Vall d'Albaida, una asociación multidisciplinar, en la que cabía de todo menos la tristeza. Fueron grandes y buenos tiempos. El tinell de Calabuig, la Pastisseria Mora, proveedors de la Casa Reial, la Mitga LlunaCa Clareta. Menudas organizamos y montamos. La cena Sorolla, quince platos alrededor de la pintura de Sorolla, dos años de pruebas y preparación. Al final, por fín, la primera cena en Cal Riberet, en Bocairent y va y esa noche cae tal nevada que cierran la carretera.
 La siguiente en La Matandeta,  noventa menús a quince platos por cabeza. Ventidós de noviembre, yo cumplía cuarenta y un años. La fiesta no estaba en el comedor sino en la cocina. Habíamos comprado una partida de cervezas extranjeras que no había dios que vendiera y acabamos con todas las existencias.
Eran buenos tiempos para la lírica. Tuvimos el 22 de mayo del 2014, el mismo día de la boda de Felipe y Letizia, una boda principesca en La Matandeta.
Un "amigo" que también se había hecho rico con el pelotazo inmobiliario, celebró en La Matandeta la boda de su única hija. Quiso los servicios de un Hotel Las Arenas pero a precio de saldo. Y nosotros tragamos. Raimon Tortosa y otros amigos vinieron a ayudarnos.
Cuando volvió a la Vall comentó: En mi vida había visto tanta pasta filo. Qué exagerada es la pobre, menos mal que la queremos tanto...
Pero por aquel entonces... El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.
Io també te vuic.