domingo, 30 de marzo de 2014

SEÑALES

Hace tiempo que decidí creer en las señales. No las de tráfico, por supuesto, sino las fitas que siembra a lo largo del camino el destino, o la vida, o vaya usted a saber qué dios menor escapado del Olimpo de los curiosos, entre los que me alisto.
Bueno, pues ocurrió que yo había quedado con mi amiga Pilar, la viajera, después de los exámenes del primer cuatrimestre. La cita era  en el Acqua porque este invierno ella asiste a clases de italiano cerca de allí y yo los miércoles solo tengo dos horas de Literatura Hispanoamericana.
Así que echamos unas risas y unas cervezas y después ella se ofreció a llevarme con su coche hasta mi casa. Pero yo tengo un año muy de transporte público, de tal manera que le pedí que me dejara en la estación del Norte y emprendiera regreso hacia La Eliana.
Perdí el tren a Alfafar por cuestión de segundos. Hasta veinte minutos después no salía el siguiente. Como me empeño siempre en ver lo bueno de lo malo, me dio por pensar que iba a suceder algo y esta vez sería peculiar. Transcurrió el tiempo, llegó el siguiente tren y yo subí a un vagón abarrotado.
No sucedió nada. Parecía que mi oráculo estaba equivocado, salvo que en el último segundo, entró en el vagón Paco Baixauli Mena, que no es mi primo, ni de lejos. Saludó a unas señoras muy puestas de su pueblo y se vino directo hacia el único asiento que quedaba, justo a mi lado.
¿Te acuerdas de mí? Le sugerí, muy modesta. Pues, claro, contestó muy simpático.
Habían pasado varios años desde aquel encuentro casual   en el Ponte Vecchio  de Florencia. Él y su compañera, volvían de la Calabria;  yo, con mi hija y mi marido, intentábamos llegar hasta Austria y a mitad de viaje, cambiamos de planes y bajamos hasta la Toscana. Viva la improvisación que nos caracteriza. Cenamos juntos. No recuerdo el menú, seguro pasta, pero sí que más tarde nos sentamos en una terraza de la Piazza de la Signoria, frente al David. Era hora de un café y sin embargo Paco pidió un Fernet Branca, cuando le pregunté si le gustaba me confesó que era la primera vez en su vida que lo bebía, pero que siempre le había llamado la atención porque aparecía en las novelas, en los relatos ambientados en esa parte de la geografía toscana y también en los de la Costa Azul. Scott Fitzgerald y Hemingway.  Uno de los míos pensé, aunque no dije nada.

 
 
El trayecto en tren no nos dio para mucho, apenas cinco minutos en los que nos pusimos un poco al día sobre nuestras vicisitudes personales y aunque él sí que estuvo en La Matandeta durante mi estancia francesa, yo no sabía que había sido padre por tercera vez de un niño que ahora tiene  once meses. Le pregunto por Anaïs y Aitana, intercambiamos teléfonos y cuando le enseño el libro de Rafa Xambó que estoy leyendo, él me cuenta que acaba de publicar El llibre del tarquim.
Las señales son fítas si uno cree en ellas y sabe atenderlas. Ya he hecho mi declaración de principios al inicio de esta entrada, así que le envié un was a Paco, le pedí su número de correo y le envié el enlace de mi blog.
Nuestra siguiente cita, ya no fue casual, sino concertada. Paco quería regalarme y dedicarme un ejemplar de su libro. Quedamos en la cafetería del FNAC, para entonces yo ya me he leído El llibre del tarquim, lo he volteado del revés, le he sacado las tuercas y tornillos, he puesto las piezas sobre la mesa en la que trabajo, frente a la Marjal de la Albufera y he descubierto cómo está escrito porque quiero sacarle el mejor provecho posible: saber cómo lo han hecho otros. En este caso, cómo ha construido la "Novela" sobre la Albufera, Paco Baixauli. Y lo escribo en mayúsculas y entre comillas, porque eso es lo que ha conseguido mi tocayo de apellido, escribir la novela sobre la Albufera.
En su obra está todo, los relatos de Blasco Ibáñez, la magia morisca de Washington Irving, hasta parte del realismo mágico de García Márquez ha metido en el lago que tiene nombre de lago. El escritor nunca parte de la nada, la literatura se escribe a través de otros libros.
Podría seguir destripándola, pero tenemos una nueva cita. Él, su novela, ustedes y nosotros. Y será el próximo nueve de mayo en La Matandeta.
Antes, esta misma semana, viernes cuatro de abril, retomaremos nuestras cenas de Lletres entre vins, con Rafa Xambó y su El riu dels ulls, que también tiene mucho que ver con la Marjal de la Albufera, lo acompañará Pablo Calatayud, de El Celler del Roure.
Paco Baixauli Mena estará con nosotros, como ya les anuncié arriba. Vendrá la noche del viernes nueve de mayo. Para formar pareja buscamos un bodeguero de la zona de los cátaros. Se admiten sugerencias.
Y en junio, Pura Peris acudira´ con su Tasts de vida. Buenas propuestas para exorcizar el fatalismo que nos invade. Ayudémonos con  las palabras, no hay mejor medicina que nos calme.
 

domingo, 23 de marzo de 2014

NUNCA PASA NADA

                              



           
Estoy convencido de que nunca nos sucede nada que no hayamos previsto, nada para lo que no estemos preparados. Nos han tocado malos tiempos, como a todos los hombres , y hay que aprender a vivir sin ilusiones. El amigo de un amigo tuvo una vez un accidente: un tipo medio loco lo atacó con una navaja y lo tuvo secuestrado en el baño de un bar casi tres horas. Quería que le dieran un auto y pasaporte y que lo dejaran cruzar al Brasil, de lo contrario iba a tener que matarlo (al amigo de mi amigo). El loco temblaba como un endemoniado y le puso la navaja en la garganta y en un momento dado lo obligó a arrodillarse y a rezar el padrenuestro. La cosa se iba poniendo cada vez peor, cuando de golpe al loco se le pasó el revire y soltó el arma y empezó a pedirle disculpas a todo el mundo. Un momento de nervios lo tiene cualquiera, decía. El amigo de mi amigo salió del baño caminando como dormido y se apoyó en una pared y dijo: Por fin me ha sucedido algo. Por fin me ha sucedido algo, ¿no es sensacional? 
 
 
 
                                                                             Respiración artificial
                                                                             Ricardo Piglia.



La chica tenía una preciosa melena, rizada y pelirroja, que yo asocié al fuego, además era el día de San José. Rondaría los treinta y cinco años y reservó mesa para diez personas.
¿Eres Helena? No, Helena es mi hija. Pero, ¿está Helena? Sí, está atendiendo las mesas. Pero ¿podré ver a Helena? Claro, ¿es amiga tuya? No la he visto nunca, llamé tres veces para reservar la mesa y hablé con ella.
La mesa es redonda, luminosa, al fondo del comedor verde pistacho. Después dile a Helena que quiero conocerla. ¿Les tomo nota? Sí, tráenos diez raciones de coca, diez croquetas, torraets, mulladors y pulpo antes de la paella para seis, los demás a la carta. Mujer, es mucho no váis a poder con los segundos. ¿Tú crees, entonces qué nos aconsejas? Yo creo que con dos torraets, dos mulladors, y dos raciones de pulpo es más que suficiente. Los que no quieren paella ¿qué tomarán, por favor? Cordero, lo siento pero no queda. Tienen tres opciones más. Son días de mucho trabajo, las fallas y los platos se agotan. El chuletón, al punto, por favor. En seguida, buen provecho.




Dos horas más tarde.
¿Está Helena? Es que quiero pagar la cuenta. La chica de la preciosa melena roja tiene la misma expresión que cuando entró. Se acerca a la barra y mantiene una conversación con Helena. Mamá, por favor, mejor que la atiendas, tú. ¿Qué sucede, Rosa? Tú me has dicho que había pedido demasiada comida, pero no era cierto. Se han quedado con hambre. Pero, mujer, si cuesta Dios y ayuda que la gente pida un par de entrantes antes del arroz, ¿cómo se han podido quedar con hambre? Había seis platos de entrantes para diez personas. Sí, pero cada ración de pulpo solo lleva cinco trozos de pulpo y nosotros éramos diez. Se trataba de hacer un aperitivo antes de comer el contundente arroz, ¿no? Sí, pero no os quedaba cordero confitado y tres de mis familiares querían cordero. Ya, pero de cada diez clientes que hoy han comido, ocho pidieron arroz. ¿Es tan grave que no quedara cordero? Pero los platos estaban sucios. Mujer, cómo iban a estar los platos sucios. El camarero no ofreció postre. Pero cómo no va a ofrecer postre. Sí, me pidieron dos raciones de pastelón. Hice tres llamadas para encargar esta mesa. Cariño, imagínate que cada una de las mesas que hoy está comiendo aquí hubiese hecho tres llamadas... No daríamos abasto con el teléfono. Es que trabajo en Engloba y pensaba traeros un grupo de sesenta extranjeros y ya no lo voy a hacer. ¿Pero Engloba no se fue al traste? Bueno, sí. Hace siete años que no estoy con ellos. Pero cuando tenga otros grupos en otras empresas en las que trabaje, no los traeré aquí. ¡Qué lástima mujer! Mañana por la noche, precisamente, tenemos un taller de paellas para un grupo de austríacos. Bueno, Rosa ¿lo arreglamos con unos buñuelos y una botella de cava? No sé, si mi familia quiere.

Una hora más tarde.
 Rosa: Adiós, Helena, adiós María Dolores, gracias por todo.
Resto de la familia: Disculpad, lo sentimos muchacho.


                                                           Que llegamos siempre, tarde, donde nunca pasa nada...
                                                            A quien corresponda.
                                                            Joan Manuel Serrat.

lunes, 17 de marzo de 2014

EL DESEO DE SER PIEL ROJA




                                                            A Franz,  con el deseo de que algún día nos pueda
                                                            perdonar el adjetivo kafkiano.




Si uno pudiera ser piel roja, siempre alerta,

 



Ha venido a comer el escritor en valenciano más famoso  de l'Horta Sud y gran parte de Cataluña. Ensalada de lechugas con ahumados y helados; tronco de bacalao confitado en aceite.
Le cuento que en la Universidad de Aix-Marseille, en la clase de traducción del catalán al francés, utilizaban como textos sus novelas. Es más, una profesora me preguntó que por qué mi apellido coincidía con el de uno de sus personajes. Mujer, porque somos del mismo pueblo. También le relato las ganas que tenían de conocerlo los alumnos y los esfuerzos de Estrella Massip invitándolo a que acudiera el pasado mayo a dar una charla sobre sus creaciones. Mira, me están traduciendo al rumano y la única condición que he puesto es que no me hagan viajar hasta el país para presentar mis novelas.
No tengo ganas de ir ni a Picanya.
Lo que yo daría porque este blog lo leyeran los mongoles y me invitaran, aunque solo fuera un par de noches, a compartir una yurta con ellos. Las oportunidades y los deseos están mal repartidos.



cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida,

 
 
 
 
Celebraban una reunión familiar en el porche azul, el comedor que da a la terraza de atrás, la de las sargantanas. Uno de los familiares, cliente habitual nuestro, la había convocado y sin embargo, él no acudió porque estaba en la cama bajo la influencia de la gripe. Qué gracia influenza en inglés es gripe. Me ha salido un juego intertextual. Bien comidos y bien regados, me cruzo con una chica de unos cuarenta años en la puerta de los lavabos, me dice que le ha encantado La Matandeta, que no nos conocía y nos hemos puesto a charlar. Se la notaba muy emocionada. Me ha contado que se reúnen una vez al año con la familia de su madre, hermanos y primos. Pero que su madre murió hace muchos años cuando ella era una terca adolescente. Aquel día la madre había quedado a comer en una terraza con la díscola hija. Tuvimos una discusión muy fuerte. Tonterías de la edad del desequilibrio. Después ella se marchó con el coche a recoger a mi padre a la salida del trabajo. Nunca más la volví a ver con vida. Ocurrió un accidente. Se ha puesto a llorar como una niña desconsolada y a mí solo se me ha ocurrido abrazarla y llorar con ella. Ha formulado un deseo imposible. Volver a ver una sola vez a su madre después de aquella discusión y pedirle perdón.
 
 
 
hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas,
 

 
 
Era la cría más sonriente de la clase de EGB. A mí me daba un poco de envidia su facilidad para conectar con todo el mundo y su don de gentes a tan tierna edad. Entonces teníamos ocho años y a mí me podía la timidez como un demonio del que no conseguía desprenderme.
Compartimos aulas y compañeros hasta octavo y después  al mismo instituto, a clases diferentes. Nunca fuimos amigas, solo compañeras y después conocidas.
Hace un par de años le dio un ictus, al desmayarse se golpeó la cabeza con la mesa de la cocina y quedó inconsciente en el suelo durante ocho horas, hasta que la encontró su hijo, un chaval veinteañero.
Ahora, a sus cincuenta y dos años, su madre, de ochenta y uno, cuida de ella. Le ha quedado paralizado el ochenta y cinco por cien del cuerpo, a resultas del accidente cerebral, no, de las ocho horas que estuvo sola en el suelo inconsciente. Los daños fueron  irreversibles.
¿De qué color son los deseos que no tienen esperanza de verse nunca realizados?
Cuando me siento mal y me quejo de mis problemas, me acuerdo de Alicia que nunca más volverá al País de las Maravillas porque le hicieron añicos el espejo.
 
 
y apenas viera ante sí que el campo es una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo.
 

 
 
 
 
 
 Vino a fer l'esmorçaret C.M.A. Nos conocemos desde la adolescencia. Fue él quien me puso el sobrenombre de Mafalda porque por aquel entonces yo solía hacer preguntas que lo cuestionaban todo.
Hacía tiempo que no nos veíamos. Una de las últimas y pocas veces que vino a comer a La Matandeta estaba triunfante. Rafa Gálvez se enfadó. Me ha dicho que ha venido a comer para que no tengamos que cerrar. Tranquilo, cariño, yo lo arreglo. Hombre cuánto tiempo sin verte por aquí. Ya le he dicho a Rafa que hemos venido para que no tengáis que cerrar. Es más fácil que tú te divorcies que nosotros cerremos. Ah,  pues sí que te conoce tu amiga, rieron  sus compañeros.
Antes de acabar la carrera en Deusto ya tenía trabajo. Se lo rifaron siempre las mejores empresas.
Ahora, a los cincuenta y siete se ha quedado en paro. Ha venido con uno de mis compañeros de natación, mejor dicho, este lo ha traído. ¿Qué días y a qué horas vas a la piscina, María Dolores? Querrá verte en traje de baño, ironiza Rafa Gálvez. A buenas horas, mangas verdes. Querrá hablar y que alguien le escuche y comprenda su cara de tristeza.
¿Qué hacer con el  deseo de ir en busca del tiempo perdido?
 
 

sábado, 8 de marzo de 2014

EL CLUB DE LA BABA

Este mediodía, ocho de marzo, día de la mujer trabajadora, hemos recibido un mensaje en el muro del Face Book de La Matandeta. Ximo Martínez y su mujer Maríajo han sido abuelos por primera vez, sobre los cincuenta, de su única hija, Laura. Ximo y Mariajo son personas muy comprometidas con la Asociación Valenciana de Sumillers.
Y yo tan dada a trasponer las fechas y las situaciones me he puesto en la suya.
Parece que eso de  ser abuelos tan jóvenes va a trastocar tu identidad, tu manera de ser, tus circunstancias....
Yo fui abuela muy joven, a los cuarenta y siete. Me dió un soponcio cuando me lo anunciaron. No estaba preparada para ello, mucho menos los padres.
Hice viajes hasta el más allá, más conocido como Alcocebre, a casa de mi amigo Joan Roig. Qué te parece voy  a ser abuela a los cuarenta y siete. A mí que no me gustan los niños!!!!
Mentira, mentira cochina. Después esa masa sigue creciendo y se pone a sonreír sin motivo.
Ya veréis. Podemos acudir a los cumpleaños y hacer el tonto. Y  el Bioparc? Qué bonito el Bioparc!!!
Por qué no hacemos catas con niños?? Nosotros catamos y ellos enmarullan el universo.
Bienvenidos al club Mariajo y Ximo.... La baba se nos cae a todos del mismo modo.
Con todo nuestro cariño.
 
 


LA (SON)RISA

Ángeles del Arco trabaja en la recepción de la piscina municipal de Sedaví. La conozco desde que abrieron la instalación.
Puede llover, hacer mal tiempo o lucir un sol de primavera, si entras en la piscina lo primero que vislumbras es la sonrisa de Ángeles. Puede que ella no se encuentre bien físicamente, o tal vez esté un poco desanimada, pero tú no lo percibirás, porque solo te tropezarás con su sonrisa.
La sonrisa de Ángeles no es solo eso, una expresión de su cara, un ejercicio de sus músculos, forma más bien parte de su uniforme de persona que trabaja cara al público. Algo tan sencillo y elemental que cada vez cuesta más contemplar.
Los españoles solemos decir que los franceses son unos hipócritas, que primero te piden perdón y después te pisan, pero les puedo asegurar, que durante el año que duró mi estancia francesa, fue muy difícil encontrar a alguien que trabajara cara al público y no te recibiera con una sonrisa, independientemente de su estado personal.
Con la situación que tenemos en nuestro país, me da la sensación de que eso tan elemental, como es sonreír al recibir a alguien en un establecimiento público, se ha convertido en una extrañeza  y no en algo cotidiano.
 
 
Quizás se nos esté olvidando que durante siglos la risa, la sonrisa fue un derecho que se alcanzó con sangre y fuego. La iglesia no aceptó nunca la risa y la condenó como pecado. El pretexto que, según los cuatro evangelistas oficiales, Cristo jamás rió.
Reír y sonreír no era privilegio de pobres. De eso nos habló también Umberto Eco en El nombre de la rosa. Un ejercicio intelectual de intriga en torno al segundo libro de la Poética dedicado a la comedia, a la risa.
Bueno, pues hoy ocho de marzo, día de la mujer trabajadora, rindamos un merecido homenaje a Ángeles del Arco y a todas las mujeres que como ella, son capaces de desempeñar su trabajo siempre con una sonrisa en los labios.
Felicidades, Ángeles. Gracias por tu (son)risa.