martes, 27 de diciembre de 2016

UNA MAÑANA CON VENTURA PONS EN FONTANARS

Dice Ana Belda que no es posible que yo haya hecho tantas cosas en la vida. Ella que es la farmacéutica de Fontanrs y también inspectora sanitaria de la comarca.
Que algo falla. Y tanto. Me debería haber casado tres veces. Haber vivido en cinco países. Y ser abuela de cinco nietos. Poque madre, no. Con un botón hay de sobra para tener una muestra.
Y eso lo suelta Ana con la socarronería que la caracteriza. Normalmente cuando quedamos a comer los miércoles en la bodega de su hermano, cuando estamos en Fontanars.
Pero yo tengo testigos de mis simples proezas. Mi amiga del alma, Carmen Minguet, con la  quedaba a estudiar durante el BUP, sobre las doce de la noche. Porque yo antes tenía que haber ido a entrenar a baloncesto, a las reuniones sobre cultura que organizaba el Centro Parroquial de Sedaví y a las sesiones del cine club, del que yo era secretaria y que presidían  los hermanos Tortosa, más conocidos como los Taviani, que por cierto son oriundos de Vallada, de la comarca en la que últimamente paso bastante tiempo.
A Carmen Minguet le decía no empieces a estudiar hasta que yo no llegue o te lo sabrás mejor que yo.
Carmen le cuenta a mi hija que nunca pasó tanto sueño como cuando estudiaba conmigo. Porque las sesiones duraban hasta el amanecer. Si nos quedábamos en su casa, ella se cabreaba si yo no la dejaba dormir hasta las segundas campanadas de las ocho. A las ocho y media salía nuestro autobús, a tiempo de llegar a hora al Instituto San Vicente Ferrer.
Mi amiga del alma es mi amiga del alma, aunque tengamos vidas tan dispares. Nos conocimos en la puerta del Colegio Sedaví, en primero de la EGB y hasta hoy.
Bueno, pues lo del Cine Club de Sedaví era un mundo aparte. Dijo en una ocasión el socialdemócrata Willy Brandt que quien a los veinte años no es marxista, no tiene corazón. Nosotros eramos eso y mucho más.
Y presentábamos películas como Johnny cogió su fusil, Cuerno de Cabra, La rebelión de las ratas...
Y Paco Tortosa que era el presidente del cine club y trabajaba por aquel entonces como delineante con un arquitecto, se hacía todos los  comentarios a ciclostyle. Siempre pensábamos que en cualquier momento lo tirarían de la empresa. Pero eso nunca ocurrió.
Bueno, a lo que íbamos, que mi conversación siempre es arbórea. Muchas veces, a las sesiones acudía Antoni Llorens, bastantes años antes de que la Cartelera Turia se pasara al  color lechuga.
Y siempre nos contaba que teníamos que conocer a Ventura Pons, un tío fantástico, un director que hacía cine de autor.


Uno de esos miércoles que comemos en la bodega de Dani Belda, él nos comentó que el sábado siguiente venían a visitarla Ventura Pons y Teresa Gimpera que estaban en la Mostra de Cinema d'Ontiyent.
Qué vienen el Ventura Pons y la Gimpera? Ahora sí que la has liado, le dice Rafa Gálvez a Dani Belda. Ahora no se querrá marchar hasta conocerlos.
Y así fue. Y copio textual del libreto de la Mostra: No sóc gens conformista. I espere no renunciar a la indepèndencia que ha guiat la meua vida.
El cine de Ventura Pons es diferente, Es uno de los autores que más se ha posicionado con una obra entre comedia, farsa, road movie, thriller...
Llegaron tarde y no vino la Gimpera, con las ganas  que tenía de conocerla. Dani Belda se marchó con el primer grupo y le pidió a Rafa Gálvez que hiciera la presentación de la bodega con los de Ontinyent,
En seguida, creo que tuvimos  claro que teníamos que conocernos. Y no lo interpreten como una falsa inmodestia. Debo ser la única  persona en el mundo global que no conocía la condición sexual de Ventura. Pero no se lo tomó a mal. Me contó historias de su infancia, de su familia. Intimidades varias.
 Efectivamente, mereció la pena quedarnos el sábado en Fontanars. Me enseñó los tíulos de crédito de su última película. Nos bebimos unos cuantos vinos en la bodega de D. Belda y bastantes canapés que  había preparado su mujer, Meche. Y hablamos de Mercé Rodoreda, y de Un berenar a Ginebra. De El Gato Pérez y de cómo construyó la rumba catalana. Y de Marito, y  de lo de derechas que se volvió. Y de José Donoso y de su libro Los nuestros. Y de Montserrat Roig que vivía en frente de su casa. Y de que hay días que es mejor vivirlos. ¿O no?

miércoles, 21 de diciembre de 2016

UNA CENA HOMENAJE EN LA MATANDETA





                                                                             Quien no quiere hacer nada, encuentra una excusa.
                                                                              Quien quiere hacer algo, encuentra un camino.

                                                                                                                 Proverbio árabe.



Jean Piaget, psicólogo y biólogo suizo, destacó por sus aportes al estudio de la infancia y por su teoría constructivista del desarrollo de la inteligencia. Desde esta perspectiva, Piaget señala que el aprendizaje puede situarse en oposición a la instrucción del conocimiento o consciencia, es decir, el aprendizaje puede facilitarse, pero cada persona construye su propia experiencia interna, con lo cual puede decirse que la inteligencia no puede medirse, ya que es única en cada persona, en su propia construcción interna y subjetiva de la realidad.
Piaget se centra en cómo se construye el conocimiento partiendo desde la interacción con el medio. 
Si hay un ejemplo práctico y viviente de la teoría de Jean Piaget acerca de que uno construye su propio conocimiento, ese es Josep Lluis Pérez y Verdú, propietario de la bodega Clos Martinet, en el Priorato, que además fue alumno del psicólogo suizo y más tarde asistente en sus clases.
Pero contemos la historia del Quatretondeta como una forma de ilustrar la teoría acerca de la construcción de la propia inteligencia.
Este valenciano, nacido en 1936 y después de cumplir con su país a través del servicio militar, como muchos otros de El Comtat, decidió emigrar. Quería un porvenir y sobre todo, aprender. Se marchó a Suiza donde entró a trabajar como lavaplatos en el restaurante de  la estación de Zurich. 
Su padre, barbero en Alcoy, le enseñó lo más básico de la profesión, y así él encontró trabajo en una peluquería. De allí a otra en Winterthur y se perfeccionó en la escuela de Zurich.
Tiempo más tarde y con el decreto por el que se abrió la posibilidad de estudiar el bachillerato a distancia, se examinó en Suiza con profesores españoles. En cuatro años aprobó los siete cursos de bachillerato, durmiendo una media de cuatro horas diarias. Poco después se matriculó en la Universidad de Ginebra donde Jean Piaget impartía Biología Humana, una carrera que asociaba Psicología, Biología y Medicina.
Más tarde, Pérez y Verdú trabajó con Piaget y lo que le había fascinado, la didáctica, fue la que le abrió el camino hasta llegar al mundo del vino.
El Opus fue su oportunidad de dejar Suiza para ir a dar clases a un  colegio de esta orden en Sant Cugat. Pero se cansó porque no se sentía ideologicamente identificado con ellos.
Sin embargo, cuando una puerta se cierra, hay otras esperando para ser abiertas y esa puerta fue la oportunidad de ser director técnico del colegio de formación profesional de Falset.
Pero sus ideas chocaron con las del religioso que dirigía la escuela y dimitió. En 1981, aparecía en España la enseñanza reglada de enologia y la asociación de padres, al tratarse de una zona vitivinícola le planteó la demanda y éste fue su primer contacto con el vino. Su mujer, Montse Ovejero es bioquímica, así que buscó un enólogo de viticultura y fomaron equipo.
Y comenzó otra vez a construir su propio conocimiento... 
Viajó mucho a Francia, a Suiza y Alemania: No podía dar clase de enologia si yo no conocía eso y me volqué de lleno. Pérez i Verdú se encontró  en 1986 a René Barbier, un gran conocedor del vino. Los abuelos de este último se establecieron en el Priorato durante  la segunda guerra mundial donde impulsaron Segura Viudas que acabó  en manos de Ruiz Mateos. Conclusión: René Barbier lo había perdido todo y empezó de nuevo  en el Priorato, donde pidió ayuda a Perez i Verdú, entonces asesor del Institut Catalá del Ví. 
Había que cambiar la mentalidad y la forma de hacer de la comarca. El Priorato, según ellos, solo podía ser transformado por cuatro locos sin un duro. El empeño no fue fácil y no fue hasta 1989 que el Priorato empezó a ser considerado como uno de los lugares donde se hacían algunos  de los mejores vinos del mundo. 
Podríamos seguir contando mil y una anécdotas del personaje y su pasión por el conocimiento, pero mejor pasar a decirles que este año que ya termina, La Matandeta ha cumplido veinticinco años. En una empresa de hostelería no es moco de pavo, sobre todo, en una como la nuestra, abierta en mitad de la nada, o  de la Marjal, como mejor prefieran, así que decidimos que la fiesta no iba a consistir en un solo acto, sino todo un año de celebraciones, porque el empeño se lo merecía. Nosotros también hemos tenido que construir nuestra propia inteligencia hostelera, sobre todo, la primera generación, mi padre y la segunda, Rafa Gálvez y yo. Hace veinticinco años, nadie daba una peseta por la apuesta.


Pero uno sigue su empeño y su ilusión. Aunque pase el tiempo y tu esfuerzo no sea reconocido o no les interese para nada a las generaciones siguientes.
Así, que puestos a preparar actos de celebración dels 25 de La Matandeta, le propusimos a Manuel Monzó una cena homenaje a una de las personas que más ha hecho por la renovación de una zona vitivinicola en este país. El reto estaba en marcha, pero tanto Manuel, que pensaba en una cena para quince personas, como el homenajeado, que lo trajeron para cenar con seis amigos, no sabían de lo que somos capaces cuando en casa decímos allá va, tenemos ganas de fiesta.



El mundo del vino, de la sumillería, de la restauración, los buenos clientes, los amigos de siempre, se juntaron en casa para convertir la noche en algo fantástico. Me imagino que Josep Lluis Pérez i Verdú habrá celebrado este año su ochenta aniversario por arriba y por abajo. Pero le faltaba esta parte del mundo, de su terreta, representada por la alcaldesa de Quatretondeta, Silvia Soler, que vino a entregarle un regalo. Y por Ferran Baixauli, que aunque sea mi primo, no deja de ser el alcalde de Sedaví y un enamorado de los vinos de este hombre. Y por los bodegueros: Dani Belda, Rafa Cambra, Pablo Calatayud, Juan Cascant, Toni Sarrión...



Y por los restauradores, la Asociación de Sumillers de Valencia, la Asociación de Enófilos de Sagunt y todos los buenos clientes y amigos que quisieron sumarse a esta fiesta.






Porque, ya saben, quien quiere hacer algo... Encuentra su camino, construye su propio conocimiento.
Salve y ustedes tengan unas felices fiestas.
Nos vemos pronto. Seguro.


jueves, 15 de diciembre de 2016

BUIDA LA CAMBRA

El Buida la Cambra comenzó nada más volver de mi año francés. Una de las primeras cosas que me sorprendió  de vivir en La Provenza fueron los anuncios del Vide grenier. Y eso, ¿qué es?
Había una noticia en el periódico local La Provence. Yo me tomaba un cortado en Le Germinal y leía la prensa. Una noticia de portada, al mes de llegar, es que había habido una manifestación delante del ayuntamiento porque el alcalde y la  corporación municipal habían reducido los puestos del Vide grenier de octubre a 350, cuando el año anterior se acercaron a los 750 y colapsaron toda la ciudad.
Los franceses son los reyes del reciclaje, de  hecho, la ropa de  segunda  mano lleva nombre francés en cualquier  parte del mundo... Vintage.
Así que cuando volví a casa propuse hacerlo porque a mí me había entusiasmado la idea y su concreción. Rafa Gálvez lo tradujo por Buida la cambra y en eso estamos...
Teresa llamó para  el primer Buida y le contó a Helena que, aunque nunca había estado en La Matandeta, su hermano había sido un cliente habitual durante muchos años. Ahora ella se estaba separando de su marido después de veinticinco años de  relación. Estoy desmontando la  casa y no quiero nada de nada, ni el más mínimo recuerdo. Teresa llegó al Buida acompañada de su hija. Traían cosas increíbles, a precio de saldo. No me quieras tanto, pero quiéreme bien. Teresa me contó sus traumas conyugales, me habló de su futuro y yo no me separé de ella en todo el día  porque necesitaba un hombro donde descargar.
Vinieron más Buida la cambra y Teresa siguió acudiendo con sus cosas, incluso cuando no le quedaban ya.  ¿Cómo estás? Le preguntaba yo. Bien, ahora estamos de  novios y  nos vemos a escondidas de mi padre y  de nuestros hijos. Pero estamos muy bien.
Hace un par de  Buida, Teresa apareció acompañada de un hombre muy atractivo e interesante. ¿Y este chico tan guapo, quién  es? Le pregunté yo. Es Lucas, mi marido, me contestó. 
Pasamos un día muy agradable y entre  ellos había muy buena relación.
Por la noche, Rafa Gálvez me preguntó: ¿Y el hombre que vino con Teresa, quién era? Su marido, le contesté. ¿El actual? No, el de siempre. ¿ Pero no había desmontado la casa y lo saldaba  todo porque se habían separado y ella no lo aguantaba más? Don't ask me, dear... Don't ask me...!





Clara también es de las  primeras. Siempre acompañada de su niña, Rebeca, clavada a  ella. Pelo azabache y unos  increíbles ojos  verdes como los de  las ondinas de los  lagos medievales. No se separan muchos metros una de la otra. Nunca jamás. Una tarde de primavera y  después de muchos  Buida la Cambra, Clara nos contó su  historia.
He puesto una pica en todos los continentes. Os podría  contar muchas cosas. Pero...
Una  vez tuve un novio holandés, vivíamos a muy pocos kilómetros de  la frontera con Bélgica y una noche me  llevó a un  club de intercambio de  parejas. En la vida os podéis  imaginar la fauna humana que había allí. Recuerdo que se disfrazaban. Que  había una gran cama en la  que  por turnos mujeres desnudas  se dejaban tocar... Y al día siguiente, todo el mundo a las ocho dispuestos  a trabajar. 
Cuando volví a Valencia, se lo conté  a un amigo que  terminaba la carrera  de psicología y... lo quiso convertir en un trabajo de  investigación. Así que  durante un mes nos dedicamos a visitar los  Swingers de  Valencia. Recuerdo una  señora  muy mayor que esperaba y le preguntamos... Y usted, qué hace aquí. Yo, esperar a mi marido que está con una chica. Mis hijos no lo saben. Pero a él le gusta y después en casa está  más contento.





Ricardo apareció como tres Buida la Cambra atrás y se puso a bailar al son de Bob Marley delante de mi paraeta. Es un chico encantador de cincuenta años con el que inmediatamente conecté. Siempre embuido en sus vaqueros y su polo de color turquesa. En realidad, creo que es su uniforme de los  fines de  semana. Ese día él bailaba y a mí me pareció muy simpático, pero no hablamos. Empezó a venir a almorzar a  La Matandeta y a contarme su historia. Si tengo que  decir que he conocido un hombre tierno  en esta  vida, tengo que  decir que es Ricardo. Es como un gran peluche que sonríe, habla y se te  acerca. Y nunca sientes frío a su lado.



El último Buida la Cambra que celebramos apareció mi amigo Pascual. Hemos  tenido una  relación muy íntima durante  muchos años.
 De contarnos  cosas que no nos atreveríamos delante de los  focos. Pero un día  ocurrió una mala circunstancia y yo no se lo perdoné durante años.
Ahora, he llegado al firme compromiso conmigo misma de  enfadarme  muy poco, laisser faire, laisser passer, que dicen los  franceses. Un día, hace un año, nos  cruzamos a la entrada del polideportivo de Alfafar y nos pusimos a  charlar como si el tiempo no contara  para nada. Creo que nos hemos  perdonado mutuamente. Y, además, ¿qué importa todo?
Pascual me  dio la alegría  de volver a  vernos. Nos sentamos a almorzar con Teresa y su marido. Clara y su niña y otra  amiga más.
Pascual no quería almorzar, decía que meterse una copa de  vino a esas horas  lo iba  a dejar  tumbado. Se  pidió un café con leche y unas tostadas. Pero, mientras nosotros almorzábamos, se sirvió una copa de  vino. Yo le dí medio bocadillo. Se fue al lavabo y en la barra le dieron un café con leche que trajo a la  mesa, mientras una camarera le traía otro. Y también las  tostadas. Vas a tener que pagar  el doble, le susurré.
A mí es que me  gusta mucho la ginebra, nos soltó sin venir a cuento. El gin-tonic ¿querrás decir? Le preguntó el marido de Teresa. No, la ginebra a palo seco.
Cuando se marchó lo acompañé hasta la salida. Me voy a EE.UU. Pues escríbeme, como lo has hecho tantas veces desde Paris o Venecia. No sé si te lo mereces, pero te quiero.




El próximo domingo, 18 de diciembre tendremos  en La Matandeta Buida la Cambra. Vendrán los de siempre a compartir sus cosas  y sus  vidas. Se acerca la Navidad, esa  festividad que  parece  que  nos ponga a  todos  ñoños. Seguro que lloverá y lo haremos  dentro, en el comedor verde, como el color de la esperanza. Compartiremos nuestros sueños y nuestras depresiones. De eso se trata, ¿no? De comer el mismo pan. No me digas, que una vez más, te lo vas a perder y te conformarás con que te lo cuenten. Vamos, de ti depende.




sábado, 10 de diciembre de 2016

NUNCA UNA PAELLA DIO TANTO DE SÍ






                                                                "Somos semejantes a unos árboles en la nieve, que parecen
                                                                flotar, como si no tuvieran raíces. Es pura apariencia, porque
                                                                todo el mundo sabe que los árboles tienen raíces bien enterra-
                                                                das. Pero eso también es pura apariencia".

                                                                                                   Los árboles
                                                                                               Franz Kafka.



Nos ha hablado el sociólogo Zygmunt Bauman, a través de la metáfora de la liquidez,  de la precariedad de  los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de las relaciones, en las que el amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro y se reduce al vínculo sin rostro que ofrece la web. Sin embargo, existen excepciones a  la regla y yo les contaré una...
Claudia Chagüi llegó a La Matandeta el pasado 13 de julio, recuerdo perfectamente la fecha porque ese día teníamos un taller de paellas para la familia lionesa Fabre y así consta en la factura.
Vino acompañada de su prometido Patrick Seasson, y dos amigas, una de ellas, Sue, también colombiana. Claudia nació en Barranquilla, como Shakira, Sofía Vergara o José María Peñaranda, autor y compositor de la famosa canción Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla... Y en esta ciudad celebrará su boda  con Patrick el próximo 25 de febrero.
Pero Claudia realizó sus estudios universitarios de diseño en Kansas City y empezó a trabajar en Chicago.
No me senté con ellos hasta  el  final de la comida. Tomaron  con fruición entrantes y una paella de pato, pollo y conejo. Eran alegres y de conversación cercana. En seguida empezamos a congeniar.¿A qué te dedicas? Le pregunté. Soy diseñadora de experiencias, puedes ver mi trabajo en Internet.
 Cuando les comenté que en octubre me iba a Connecticut, Claudia me ofreció su apartamento en Brooklyn para pasar unos días y poder conocer la Gran Manzana.
¡No lo hagas!  Le advirtió mi hija. Porque seguro que irá.
Claudia, Patrick y sus acompañantes siguieron rumbo a Granada donde asistirían días después a la  boda de un amigo colombiano con una granaína. Y seguimos con nuestra incipiente amistad a través del Whasap y el Facebook.
Ahora, nos diría Bauman que las relaciones son líquidas porque vivimos en un mundo líquido en el que los hombres y las mujeres desesperados al sentirse fácilmente descartables y abandonados a sus propios recursos, siempre ávidos de la seguridad de la unión, desconfían todo el tiempo de estar relacionados para siempre porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sientan capaces ni deseosos de soportar y que puedan limitar severamente la libertad que necesitan para relacionarse. Añade el sociólogo que en un entorno de vida moderno, las relaciones suelen ser, quizás las encarnaciones más comunes, intensas y profundas de  la ambivalencia. Y por eso ocupan por decreto el centro de atención de los individuos líquidos modernos, que las colocan en primer lugar de sus "proyectos de vida". Si, las relaciones son importantes. No somos lobos esteparios, sino animales sociales con necesidad de comunicarnos con otros. Y el mundo, a veces no parece tan líquido y tan volátil como nos quieren dar a entender.



Llegamos un lunes a Brooklyn con el metro, después de que unas horas antes, Dominic Zampano nos acercara a la estación de New Haven y tuviera sus dudas con nuestra cabezonería de, cargadas con cuatro maletas y un par de mochilas, fuéramos capaces de llegar, sin coger un taxi, hasta el apartamento de Claudia, cerca de la octava avenida de Brooklyn. Pero lo conseguimos escaleras arriba, escaleras abajo y con mucha amabilidad por parte de los neoyorkinos.
Se acercaba Halloween y las tranquilas calles de este barrio aparecían adornadas. Había calabazas y calaveras por todas partes. Llegamos sobre la una del mediodía y Claudia nos recibió con una gran sonrisa. Era la segunda vez que nos veíamos en la vida y nos dejaba una habitación en su casa. Patrick, que es periodista, andaba de trabajo por Dallas, así que teníamos un apartamento de chicas.
Esa noche Claudia cocinó para nosotras comida colombiana.
Como la educación y la gratitud no están reñidas con nadie, le quisimos devolver el favor invitándola a cenar la última noche de nuestra estancia. ¿Qué les apetece cenar? Lo que tú quieras, le contestamos al unísono. Pues iremos a un tailandés en el Soho que está muy de moda. Se montó en su bicicleta y se fue por el puente de Brooklyn camino del trabajo, una oficina situada en Tribeca. Desde hace un año, Claudia trabaja en la canadiense Sid Lee  que, entre otras empresas, son los propietarios del Cirque du Soleil.
Anduvimos Pilar y yo durante horas, cruzamos el puente de Brooklyn. A veces, yo me escapaba sola a dar vueltas por el barrio. No hay mejor forma de conocer una ciudad que pateándola y la soledad también es una buena compañera de viaje.



El último día de nuestra estancia me levanté temprano, nada más oir a Claudia que se preparaba para salir. Había tenido una intuición. Yo le hago mucho caso a mis intuiciones porque no me fallan. Claudia, te importa que en lugar del restaurante quedemos en tu trabajo. Bueno, me contestó, pero es solo una oficina. Anotó la dirección en un whasap y se fue con su bicicleta.
Habíamos quedado una hora antes de ir a cenar y Pilar, que lo encuentra todo, estemos donde estemos, me señaló un edificio de oficinas.



Al lado del ascensor aparecían los nombres de los diferentes despachos. Julian Schnabel. ¿De qué me suena a mí Julian Schnabel? Es un pintor, no, un arquitecto. El País Semanal. Lo leí en El País Semanal...
Julian Schnabel es un pintor neoyorquino nacido en Brooklyn, que ha dirigido también cine: Basquiat, Antes de que anochezca y La escafandra y la mariposa. Está casado con la actriz vasca Olatz López Garmendia, tiene casa en San Sebastian y habla con fluidez el castellano. Uno de sus estudios está en este edificio en el que acabamos de entrar. ¡Qué lástima que no nos lo crucemos!


Cuando llegamos a la cuarta planta y entramos directamente en la oficina, nos da la sensación de que nos hemos equivocado. ¿Esto es una oficina de creativos neoyorkinos? No sabemos si estamos en un bar, por la inmensa barra que se vislumbra en frente, en una casa particular, por los sofás Chester, en la habitación de unos adolescentes, por la pelota de baloncesto, de bodybalance y las deportivas que aparecen repartidas por las diferentes mesas.
Aunque la mayor parte de la gente que trabaja aquí se ha marchado, Claudia en seguida nos presenta a cuatro de sus compañeras. Mientras nos instalamos en la barra con ellas, Claudia sigue con una reunión. Están preparando la campaña de lanzamiento  de la cerveza Stella Artois en Corea y allí se tendrá que marchar nuestra amiga en un par de semanas.


La primera en ofrecernos cerveza es Cecilia, que nació en Donosti, se crió en Perpiñán y con dieciocho años se fue de au pair a Bruselas. Allí un amigo suyo que le pasaba los petas a la directora de una empresa de publicidad, consiguió que ésta le  diera una oportunidad y así empezó en el mundo de la publicidad. Siete años después dio el salto a Nueva York. Hay mucho trabajo en esta ciudad para la gente que diseña, nos había contado Claudia.



A Cecilia le hago la observación de que tenemos algo en común. El día de su santo es mi cumpleaños y mi madre estuvo tentada de ponerme María Dolores Cecilia, pero mi padre le respondió que para ser pobre eran demasiados nombres. La chica es un encanto y en seguida nos confiesa que hoy mismo se ha enamorado de un compositor canadiense, amigo de Beyoncé y Ryana. El encuentro ha sido debido a que  él tenía interés en ver su trabajo. `Pero Cecilia está saliendo con un chico que trabaja de repartidor. Nos enseña sus fotos. Qué os parece. Mujer, un término medio, ni un repartidor de paquetes, ni un tío que tiene un Jaguar, le digo. Pues a mí me parece que tu chico es un animal sexual, le suelta Pilar y yo me mondo de la risa. Qué ocurrencias tiene.
En seguida nos presenta a su amiga Lula, que ha venido a pasar unos días con ella. Lula es madrileña y, hasta hace muy poco, trabajaba en el gabinete de comunicación de Manuela Cármena, así que nos cuenta anécdotas muy divertidas de los viajes que ha hecho con la alcaldesa de Madrid. Ahora está montando una ONG "Porcausa". Nos dice que pasó el mes de agosto en La Eliana, en casa de su amiga la cantante Soledad Giménez. Pero si yo vivo en La Eliana, le dice Pilar, y nos hemos tenido que conocer en Nueva York. ¡Qué cosas!



También está Roxanna, una brasileña que trabaja como free lance y habla muy bien español, y Mae, la secretaria y chica para todo, a la que Claudia augura un futuro prometedor porque escribe muy bien y eso los jefes lo están valorando.
Lo hemos pasado en  grande con estas chicas y el tiempo de esperar a Claudia se ha hecho corto. Ahora nos acogen  la noche y el Soho, donde comprobaremos que los locales están a reventar y eso que hoy es miércoles. Siempre es así, nos cuenta Claudia, la gente en esta zona gana mucho dinero, pero también gastan mucho. Salen todas las noches.





Ha sido una noche fantástica y mañana toca aeropuerto.
Hace poco  mi amiga Nieves Alonso me dijo uno cree que va a hacer un viaje, pero en seguida es el viaje el que lo hace a él. Así es, hace tiempo que prácticamente no programo mis viajes, los viajes van surgiendo y si estoy atenta, y lo suelo estar, hay muchas ocasiones para coger una maleta y partir. Yo tampoco soy turista.
Un par de viernes atrás cenábamos en Albaida, en el Mos i Glop y Dani Belda me presentó a su  amiga Esther. Ambos, que son de la misma comarca, se conocieron en el aeropuerto de Shangai, cuando vivían en China dedicados a sus empresas. 
Rápidamente se estableció una corriente de empatía entre las dos. Hablamos de todo un poco y en un momento dado, Esther me dijo que en enero vuelve a Shangai y si me gustaría acompañarla.
¡No le digas eso! Le espetó Rafa Gálvez. Porque seguro que se marcha contigo.

martes, 6 de diciembre de 2016

CALMA CAÓTICA




                                                                          Para el caballero que me llamó ex-bloguera




Tengo dos imágenes grabadas en el disco duro de mi memoria a largo plazo. La primera vez que, con diecinueve años, llegué en tren a  Santa Lucia de Venecia y cerca de las siete de la tarde, Marga Tortosa y yo salimos  de la estación para contemplar el Cannaregio. Fue como traspasar una puerta que nos desplazó directamente al siglo XVII.
La segunda ha sido este pasado mes de octubre con cincuenta y seis. Llegar a Central Station y  desembocar directamente en la Quinta Avenida de Nueva York.
Son dos imágenes en contrapunto. El problema no eran las ciudades, ni la gente, ni el barullo. Ni siquiera yo. Sino mi forma de percibir la realidad, que no ha cambiado para nada, a pesar de los años transcurridos. ¿Y  qué digo? ¿Cómo puedo separar mi percepción de la realidad de mí misma? 
En eso consiste el quid de la cuestión. Por mucho que corra Ulises, nunca atrapará a la tortuga. Ulises eres tú, crees conocerte, pero cuando ya lo has hecho, te has convertido en una tortuga que parece que no corra, pero que ya no está en el mismo sitio donde la conoció Ulises, que también eres tú.
Resumiendo, y después de intentar que estos meses en seco, no me hayan secado también la capacidad de escribir y de comunicarles lo que siento y pienso, lo que más me sorprendió de mí misma el pasado  dieciocho de octubre  al salir de la Central Station de Nueva York, esa que hemos visto en tantas películas, es que mi capacidad  de asombro no ha variado desde los diecinueve años y eso, cuando me invade la certeza de que en cualquier momento, como todo el mundo, puede que ya no esté aquí, me emociona y me consuela. Porque como dice un proverbio de la Toscana: Cuando llegue la muerte, quiero que me encuentre vivo.
Pues eso, que nos fuimos mi amiga viajera Pilar Ortí y yo a Brandford, que está en el estado de Connecticut y es un lugar donde durante tres semanas, justo cuando llegamos, se estaba produciendo el Indian Fall, que  es así  como llaman en América del Norte  al fenómeno de la caída de las hojas en los bosques, cuando llega el otoño.


Y estuve allí, gracias a la generosidad de Dominic Zampano y Joe Orts, que si ustedes siguen este irregular blog, sabrán que aparecieron por La Matandeta allá por el 12 de  abril del 2013 y yo escribí de ellos  en una entrada titulada Esto no es una  paella.
Volviendo a lo primero y por establecer un orden y una prioridad, la imagen de mi salida de Central Station a la  Quinta Avenida fue como un vuelco que te da el corazón. Te lo han contado  tantas veces, lo has visto en tantas películas, pero no por ello, deja de sorprenderte. No es que los rascacielos sean grandes y altos, no es que existan por todas partes, no es que haya taxis amarillos y  mucha gente y semáforos... Es que hay mucho más de  lo que te podías haber imaginado.
Te podrá gustar  o no ese  tipo de ciudad, pero  no dejará nunca de impactarte.
Joe Orts y Dominic Zampano llegaron a La Matandeta un día entre semana, con tiempo para charlar y sin prisas. Los trajo la misma serie de televisión que nos ha traído a gente de cualquier rincón del planeta.
Un año después y ya jubilado, Dominic Zampano empezó a escribirme. A enviarme fotos del homenaje que nos hicieron aquella noche vieja cocinando paella y poniéndose los delantales que les habíamos regalado. Por aquel entonces, yo vivía mi año Erasmus en Aix-en-Provence. Desde entonces no dejamos de cruzarnos correos electrónicos en los que nos contábamos nuestras diversas experiencias vitales. Y Dominic insistía e insistía: ¿Cuándo váis a venir? El plural afectaba a Rafa Gálvez. Pero mi querido esposo no sube en avión desde el 2007. Y como una todavía tiene muchas ganas de vivir y de no parar en torreta, apareció ese mismo año en mi vida y en un aula de  la Escuela Oficial de Idiomas, Pilar Ortí. Desde  entonces llevamos doce viajes codo con codo, avión con  avión.
Pero cruzar el  Atlántico es palabra mayor y hacía falta una buena excusa. Dar cursos de arroces y de cocina española. Hemos  hecho paellas, tortillas, ensaladilla rusa, cocas de  llanda, naranjas preparadas..



Y hemos conocido una sociedad, la norteamericana  en plena ebullición debido a las elecciones...
Brandbord es una ciudad en el estado de Connecticut de gente acomodada y tranquila. Con casas desperdigadas, de  madera, sin  verjas ni rejas. Rodeada de  bosques repletos de  robles y de ardillas a las que califican de  suicidas porque se te cruzan constantemente por las carreteras.
¿Cómo son los norteamericanos? No lo sé. Lo mismo que me ha ocurrido con los franceses o los italianos. De uno en uno y tal como yo los he conocido, amables, muy amables y simpáticos. Otra cosa será la identidad que todos nos creemos como grupo.
La Zona  Cero es impactante. Dos balsas cuadradas de mármol negro por las que se pierde el agua y no se ve el fondo del olvido. Con los nombres de los que murieron grabados en sus bordes. Después de estar allí, no te salen las palabras, ni la sonrisa, ni quieres pensar en nada que no sea la nimiedad de esta vida.
Sonríe, sonríe. Smile, smile, me  repetía  todo  el tiempo Dominic hasta que llegamos a Chelsea Market. Y yo que no puedo. Pero unas  ostras tomadas  en la  happy hour, pueden retornarte  al mundo de los vivos.



Pasear por Manhattan, al principio agobia, todo es inmenso, andas con la cabeza hacia arriba, desafiando tu estabilidad y tus cervicales. Cierra la boca, me espetó un amigo por el washap. Por mucho que te lo hayan contado o lo hayas visto en infinitas imágenes, la realidad te puede.
Dominic y Joe son pareja desde hace trece años. Tienen una vida tranquila y acomodada y les gusta viajar por todo el mundo. Sobre todo a sus raíces italianas y españolas. El abuelo de Joe, Roque Orts Mut, fue uno de los quince mil valencianos que emigró, desde su Gandía natal a principios de siglo.
La ciudad de los rascacielos estaba en plena construcción y solo con saber leer y escribir, era fácil la entrada en el Nuevo Mundo. En el interesante trabajo que ha realizado el periodista Juli Esteve sobre este fenómeno migratorio, uno de los entrevistados cuenta la anécdota de su tío, que no sabiéndo ni leer ni escribir, se colocó un periódico americano debajo del brazo y  pasó por delante de los agentes a paso decidido. Estos dieron por sentado que llevando el diario, el pasajero no tenía problemas, no ya con la lectura, sino siquiera con el inglés.

Conocer Connecticut durante el Indian Fall, sus gentes y sus costumbres, ha supuesto una experiencia increíble. Que Dominic y Joe nos dejaran entrar en su casa y en sus vidas, compartir comidas y charlas con sus amigos y familiares, una oportunidad más de llenar el equipaje vital que nos acompaña. Al fin y al cabo, aquí solo vamos a estar de paso y en las faltriqueras no nos llevaremos nada material. Gracias, por el paseo en barco para ver el Sky Line, por la comida en Tartine, en Greenwinch Village, por las cenas con Leny y Edy, con Carol y Gary, que trajo el pinor noir de Coppola, por la lasaña, el ossobucco, los auténticos perritos calientes. Gracias por vuestros brazos abiertos.
Como dice Pilar Ortí, si ellos fueran normales, nunca nos hubieran invitado y si nosotras lo fuéramos, nunca hubiéramos ido. Al final, todos los estrafalarios del mundo, nos acabamos conociendo. Y qué gusto da serlo.
También estuvo Claudia Chagüi y Brooklyn. Pero lo dejaremos para otro rato.







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