miércoles, 20 de diciembre de 2017

ESPEJOS




                                                    Llegir és un viatge inesgotable. Un viatge sedentari.

                                                                                    Viatge a Marrakech. Josep Piera

                                                                                           


Hay ciudades en las que una siempre se siente de paso. Podrás prolongar la estancia, inventarte que eres una más en ella. Pero la sensación de que estás de viaje no te abandonará en ningún momento.
Esas ciudades son para mí Marsella, Nápoles y Marrakech. En ellas no te sientes ciudadano del mundo, sino tan solo viajero. Además entre la primera y la última se establece una relación de espejos convexos. La misma sensación que tengo ahora, mientras contemplo la Marjal al atardecer. Como Alicia delante del espejo. Los campos están inundados y la luz vespertina se refleja en ellos, dejando trazos de luz azul, violácea, rosada.


Se acaba el año. Dentro de once días dejaremos atrás una parte de lo que fuimos, nos sumergiremos en otro espejo, inventaremos nuevas historias para seguir soportando la levedad del ser.
Me siento frente a este paisaje aparentemente sereno y pienso en otros días vividos, gastados.
Y por irme, me voy a Marrakech a través de Marsella. En esta última, el mes de mayo, yo leía a Josep Piera y su Viatge a Marrakech y enviaba a través del watshapp retazos del libro y fotos de Marsella y jugaba al juego de los espejos. Hacía creer que estaba en la ciudad de terracota y marjorelle  con las frases de Piera y las fotos de Marsella. El juego de los espejos.


L'espectacle eren les persones., més que no  el paisatge...



Aquests laberints perfumats d'humils sorpreses actúen en mi com un despertador de la memòria.


Els personatges de la història trobaven al desert la fascinació per l'absolut; una fascinació acaparadora i salvatge; la conseqüència, desprès del gaudi per la troballa existencial, era la mort, quan no la follia.




Al desert, com a molt, si va de pas. Hi van els solitaris, o els folls, o els místics, a meditar.



En el avión de regreso conocí a Elodie y Florence, odontóloga y directora de cine, respectivamente. Vienen a Valencia a celebrar el cumpleaños de la primera. Se pasan el viaje mirándose a los ojos. O mejor dicho queriéndose en el reflejo de la otra. Se acarician, se besan y hay tanta ternura en sus gestos que una se mira reflejada en ellos. No sorprende que su amor sea femenino. Sorprende las caricias derrochadas entre las dos, los susurros, la complicidad a borbotones. Algo que echo tanto de menos...
Vamos que como yo encuentre un hombre tierno, lo meto en una habitación y no salimos más que lo imprescindible para seguir fisiológicamente vivos.
Vanidad. Pura vanidad y muchos espejos por el camino.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

DÍA DE GABARDINA





                                                              One of these nights
                                                              One of the crazy old nights
                                                               We're gonna find out.
                                                                                       
                                                                                       Eagles.





  ¡Qué bien, por fin llueve! Una mañana gris, un poco ventosa, con charcos en el patio y el chip-chap toda la noche. Me siento renacer. Por fin llega la lluvia. Deseada, tan esperada. Me quedaría todo el día aquí, mirando por la ventana, recostada en el sofá, viendo pelis, leyendo un libro. Disfrutando de lo que casi nunca tenemos. Ese escaso y extraño regalo en que se ha convertido la lluvia. Ver llover a finales de otoño, en este verano sin fin y a la deriva.  Pero me tengo que marchar a mis quehaceres.
Hay que vestirse a toda prisa. Un pantalón vaquero negro. Una camiseta del mismo color y una de mis queridas gabardinas. 
Las guardo todas juntas en un armario de la entrada. Juntas, pero no revueltas. A la izquierda, la que me compré en Conetica, fucsia, reluciente, casi sin estrenar. A su lado, la amarilla del mercado de las pulgas de Saint Ouen, al lado de Paris. En el lado derecho del armario, la negra que compramos Pilar y yo en Eguilles, una tarde de verano, mientras acudíamos a una cita en casa de Constance Thiery. Y en el centro, la azul de Oxford, junto a la marrón, la más vieja, la que compré en El Corte Inglés hace la friolera cantidad de treinta años.
Al abrir la puerta derecha del armario, he visto cómo se desperezaba la americana. Lo hacía lentamente, como si le hubiera alcanzado el olor a lluvia, a hojas húmedas. La he visto sonreirle a la parisina, más ajada su hermosura, pero de una clase muy chic. Se nota que se han hecho amigas. La francesa tiene mucho que contar de sus experiencias y andanzas por medio mundo, seguro que la espabilará y la hará feliz. He abierto de par en par el armario. Me he situado en frente. Las he contemplado a todas. La inglesa no parecía muy feliz. Refunfuñaba con un ojo cerrado, Miraba al bies a su vecina, tan descolorida, tan fuera de lugar y sin embargo, tan entrañable.
He dudado todo el rato. Si me pongo la nueva, fucsia y práctica, la vieja marrón se sentirá  morir. La amarilla parisina tiene unos humos y un estiramiento que a veces no es bueno exhibir y la negra hoy me parece demasiado lúgubre.
De pronto, ha comenzado el griterío, la discusión entre ellas. Me toca salir a mí. No, a mí. Hoy es mi día de suerte, vosotras no lo vais a conseguir. Serás creída, arribista, pero si solo llevas aquí un año. Será posible, aquí cuentan la experiencia y la antigüedad. 
Mangas que se cruzan, hebillas que se muerden, cinturones que juegan al ahorcado. Griterío general. Apenas puedo cerrar el armario. Ellas empujan y empujan desde dentro. Se rebelan contra mí.
Déjanos salirrrrr. Para un día que llueve. Maldita seas. A quién se le ocurre juntarnos a tantas en un lugar donde nunca cae ni gota, donde no nos podemos exhibir. Ignorante de la meteorología, mira que hacernos vivir aquí.
Empujo y empujo desde fuera y trato de darle vuelta a la llave del armario, pero no lo tengo fácil. Ellas son más y están organizadas. Me hacen sudar la gota gorda, hasta que por fin. Cierro el armario y me dejo caer en el suelo. Dios mío, qué sublevación. Casi que me pondré un impermeable.   

                                                                                   

martes, 21 de noviembre de 2017

INICIACIÓN A LA ÓPERA

Le entró un ataque de risa mientras conducía camino de su nuevo trabajo. Mira.... Es difícil, pero no imposible, se había repetido y había repetido a los demás, cuando le preguntaban. Si había llegado hasta aquí, atravesando océanos de tiempo, ¿por qué no tenía que ser posible?
Por eso le entró el ataque de risa. Porque solo lo intentó una vez y ocurrió. Había cruzado  a pie la ciudad durante las mañanas de septiembre, cuando el calor todavía apretaba como en agosto. Del Campus de Tarongers a la consellería, en Campanar, ida y vuelta, deprisa, deprisa. Dejar atrás pesadillas, arreglar papeles, formar proyectos. Sin comentar con nadie sus nuevos menesteres. Si los cuentas, se volatilizan, solía repetirse. Y había funcionado, aunque el destino le estaba emitiendo señales desde hacía meses. Poniéndole obstáculos, fácilmente salvables, llevándola de la mano.
Es difícil, pero no imposible había sido su lema de los últimos años.
Así que el ataque de risa se lo tenía merecido. Lo disfrutaba al son de Raindrops keep falling in my head. Trescientos sesenta grados en la vida para llegar al mismo sitio del que había partido hacía ya tantos años que ni se reconocía en la que fue entonces. Como si una bruja la hubiera encantado por un camino equivocado.
Sin embargo, sentía como perdidas muchas cosas. Asuntos que no volverían a presentarse y para los que no tenía necesidad ni tiempo. Aprender a bailar, iniciarse en la ópera. Esas serían las nuevas seducciones para llenar el tiempo. Ocuparlo a toda costa. Ni un paso atrás para no rebozarse en la nostalgia. En una de las bibliotecas de la universidad encontró el folleto. Iniciación a la ópera. Para estudiantes de la Nau y Postgrado. Le gustaba cuando la literatura se mezclaba con las otras artes y la ópera, su representación,siempre le había parecido fastuosa, grandiosa. Verla, no escucharla solo.
Se apuntaría.



El curso se iniciaba un lunes, con Turandot. Se escapó del máster con una excusa y esta vez atravesó la ciudad en coche, corriendo. Siempre corriendo, para que no la atrape la nostalgia de los últimos besos que ni siquera le había dado. No mires, no mires hacia atrás. Está prohibido. Se acabó abrir el saco de la memoria y los recuerdos. Nunca más. Y además, no quedan ganas ni tiempo.
Cuando llegó, la sala estaba llena y la conferenciante acababa de comenzar su plática acerca del proceso de creación de la obra póstuma de Puccini. Llegaba corriendo, sin respiración y el resplandor la detuvo. En la oscuridad del Aula Magna, unos ojos, como focos, una mirada magnética al acecho. Allí lo encontró. Como siempre, sin buscarlo. Atravesando océanos de tiempo,. Y en ese mismo instante supo que otra historia estaba apunto de comenzar. Es difícil, pero no imposible. Nessun dorma, nessun dorma.

jueves, 19 de octubre de 2017

JOAN ROIG Y NOSOTROS



                                                           Y nadie podrá entender que esto tenga tanta importancia.
                                                                                      
                                                                                                El principito.
                                                                                 Antoine de Saint-Exupéry





Me fascinan los espacios donde las vidas se cruzan sin premeditación, sin saber que posteriormente tendrán importancia.. Quizás no haya saludo, o este sea muy leve, pero alguien en alguna parte tiene toda la estructura del guión, el momento en que cada personaje interpretará su papel y tendrá su tiempo y su lugar en nuestra historia.
Recuerdo perfectamente cómo y dónde conocí a Joan Roig. Era el mes de octubre y la Feria de Muestras de Valencia el espacio donde otro amigo común, el cocinero Rafa Calabuig, de Ontinyent, sirvió de introductor. Me llamó la atención su pelo ensortijado y sus inmensos ojos verdes. Miró la tarjeta de La Matandeta y me preguntó si el domingo siguiente tendríamos sitio para veinte personas. Claro que sí. Otro que no volveré a ver, pensé. Si he dicho que me fascinan los espacios, donde la vida da un salto y cambia de escalón, todavía me subyuga más pensar  que nunca somos conscientes de ello. Joan Roig se cruzó en mi vida a fin de  que yo me instalara para siempre en la suya.


El hijo de Paquita se crió en Alcalà de Xivert, pero fue en Alcossebre , en casa de la francesa Susana, donde su madre hacía faenas, en donde se le abrió un nuevo mundo que no fuera el de la comida básica y de subsistencia. Susana, una francesa oronda, preparaba hermosos buffets para sus invitados, entre ellos la cantante Mari Trini, pues su hijo era el representante  de esta y otros muchos artistas.
En los buffets de Susana,  quien practicaba el arte francés del savoir vivre, la buena presentación, la buena cocina, la degustación de viandas que Joan nunca había visto, se mezclaban con los primeros baños en top less de las extranjeras que acudían a la casa.
En el pueblo de Joan o se era albañil, o se iba con el padre al tros. Joan optó por la cocina y a los doce años ya limpiaba pescado en los chiringitos de Cambrils. Desde Salou a Cambrils. Decía Helmut Schmith que quien a los veinte años no era marxista, no tenía corazón. Y además estaban las discotecas, las manifestaciones y la movida. Algún día Joan Roig escribirá su particular Confesiones de un chef  y nada tendrán que envidiar a las de Anthony Bourdain.
A los años de la movida y del mero en Cambrils siguieron los primeros  del Can Roig, su restaurante en la platja Manyetes.
Y en aquel cruce de la Feria de Muestras se fraguaron los años del Congreso Gastronómico de San Sebastián, ocho años seguidos en noviembre. Otras barras. La del Dickens, los gin-tonics hasta altas horas de la madrugada y las confidencias en el Kontra. La playa de la Concha justo antes del amanecer.
Joan Roig es el amigo del alma que a toda mujer le gustaría tener, solo que yo lo he encontrado. Los viajes recorriendo España con una monovolumen y preparando cenas a cargo de la Agencia Valenciana de Turismo. El cruce de vidas entre Helena y Rubén, puesto que todo fluye. Panta rei, Heráclito! Otras noches y otras lágrimas. Y la vida que continúa por meandros imprevistos.



La otra noche nos reunimos unos cuantos a cenar en El Vermut de Paco Santamaría. La excusa era el treinta y tres cumpleaños de Helena Gálvez, pero la intención primera,  hacerle un pequeño homenaje a Joan Roig y a lo que fue su Can Roig  para varias generaciones de cocineros. Esos que casi no salen en los media, que se ensucian cuando cocinan y  no huyen cuando el comedor aprieta con más de cien comensales, aunque se revuelquen por el suelo porque se les cae a pedazos el alma.
Allí estaban Rubén Ruiz, Victor Puchades, Daniel Lastras, David Talaverano y Carlos Gava, el Dream Team de un buen restaurante. El Dream Team de Can Roig. Es mi segundo padre, repite Rubén cuando le preguntan por Joan Roig. Es una gran persona corean todos donde quiera que estén Y mira que es difícil que alguien que ha trabajado contigo con  la presión que hay en una cocina sea capaz de hablar así. Por algo será.
 El Can Roig seguirá en Alcossebre, pero Joan se nos va a Cuba, a instalarse en La Habana. Lleva muchos años con ese sueño y por fin, pronto lo alcanzará.



Como en la canción, yo también tengo el Corazón partido. Se acabaron los paseos por la Sierra de Irta, esa selva al lado del Mediterráneo, la escapada a verlo en pleno verano para que nos regale sus platos y su conversación. Se acabó el confesor a una hora de camino, cuando en la familia se tuercen los asuntos. Pero bienvenido sea de nuevo el Malecón. Soy la única persona en el mundo que le ha hecho patear sus ocho kilómetros. Bienvenida la terraza de Copelia con su helado de fresa y chocolate. Bienvenidos los mojitos en el Hotel Habana viendo pasar la vida. Y susurrarle al oído...
Amic de l'ànima, quánt t'estime!
Ay. Qué bien se está, cuando se está bien.








jueves, 21 de septiembre de 2017

LA MERIENDA DE VICTOR IÑÚRRIA


Decía el poeta Rainer María Rilke que la auténtica patria del hombre es la infancia y añadía que la única patria feliz, sin territorio, es la conformada por los niños.
La infancia de Victor Iñúrria, catedrático de la Escuela de Arquitectura, presidente en su  día, de la Federación de Pelota Valenciana, erudito, viajero y hombre que ha vivido  la  vida con esfuerzo y pasión, tiene un territorio llamado Ruzafa. Un niño que vive realquilado y que observa el mundo y sus circunstancias. Un niño nacido  en plena posguerra que aprende de la vida a  través de los platos que come y de las manos que  los preparan. Las comidas de nuestra vida tienen mucho que decir de por qué somos como somos. En ellas se atesoran recuerdos y vivencias y definen nuestros gustos actuales o nuestras fobias.Resultado de imagen de victor iñurria montero

Victor Iñúrria, cuyos ojos azules no se cansan de contemplar la vida, ha escrito un poemario titulado Manducare, donde sus recuerdos de infancia, riman con los platos que le enseñaron a comer,  y a conocer el mundo. El libro tiene varias lecturas. Además de tratar un paisaje y una forma de vivirlo que ya no existen, el poeta nos da todo un recetario de cocina. El puchero valenciano, los arroces, ya sean con acelgas, con fessols i naps, passejat... y cómo no, la paella valenciana, auténtico plato de germanor, de fiesta familiar.
Pero a comer y cenar nos obligaron, sin embargo, a la hora de merendar, elegimos nosotros.
Si hay una comida por antonomasia que defina una infancia, esa es la merienda. Contaba Martí Dominguez en su novela Els horts que la manera que tenían los niños de comerse el chocolate y el pan de la merienda presagiaba mucho de su carácter. Había quien se comía primero el chocolate para quedarse luego royendo el pan a secas. Se había comido lo mejor al principio, todo de sopetón, para dejarse el duro pan como final. Había quien se comía entero primero el pan y se dejaba el chocolate para el final.  Comenzaba por lo más duro de la vida y se dejaba la dulzura para el final.
Victor en su poema, merienda a medias chocolate y pan. Según Martí  Dominguez nos daría a entender un carácter sereno y equilibrado. El mismo que muestra cuando te dice que la vida nos trae lo que nos trae y así hay que aceptarlo.
El poeta, el arquitecto, el hombre de cultura y el que ama su lengua y su país estará mañana por la noche con nosotros, alrededor de un menú que ha diseñado Rubén Ruiz Vilanova, atendiendo a los platos y los recuerdos de Manducare. Y para acompañar la charla y los platos, nadie mejor que Dani Belda y sus vinos, el bodeguero más atractivo e interesante de Terres dels Alforins.
Vengan y disfrutemos. Que la vida son cuatro días y ya vamos por el tercero.











martes, 5 de septiembre de 2017

UN PASEO POR LA VENDIMIA

Hay dos carreteras que unen Ontinyent con Fontanars: L'Ombría y La Solana. La gente del pueblo utiliza más a menudo la segunda. La primera queda para los que estamos de paso, queremos disfrutar del paisaje y no perdernos el Pou Clar, las piscinas naturales que el tiempo y la erosión han creado en el río Clariano. L'Ombría es una carretera llena de curvas, algunas muy cerradas, que serpentea entre viñedos, girasoles, cereal  y muchos olivos. No sé quién le hizo el flaco favor de llamar a estas tierras La Toscana Valenciana. Primero porque las comparaciones son odiosas y porque la zona italiana está cincelada a base de colinas y no de sierras. Pero puestos a escoger, solo le falta el color morado de la lavanda para acercarse mucho más a la Provenza francesa. Es decir, uno de sus mayores valores es el paisaje. Un paisaje que parece haberse librado de especulaciones y actuaciones inmobiliarias truculentas. Siguiendo por esta carretera y dejando atrás el pueblo de Fontanars dels Alforins, se llega hasta el Pla a los pies de la sierra de Beneixama, donde está la casa de Merche y Dani Belda. Por las noches, y también por las mañanas, es posible escuchar allí todos los sonidos del silencio.
Me gustan esos sonidos. Que yo sepa, solo Pedro Zarraluqui se preocupó en su novela  de investigar La historia del silencio. Y yo me apunté hace mucho a ese club.
.

Hasta la primera mitad del siglo pasado, la gente de Fontanars vivía en casas diseminadas por el campo como la de Dani, que heredó de su abuelo.  Ochenta y dos casas y sesenta y siete bodegas que elaboraban vino a granel. Los restos de aquellas fincas todavía se pueden observar en el paisaje, como los vestigios del palacio y los jardines del marqués de Torrevellisca, que además acudía en carro todos los domingos a escuchar misa en la iglesia del pueblo.  Pero las gentes  abandonaron  las casas y se instalaron  alrededor de la ermita, creando lo que luego sería un núcleo  de amplias y cuadriculadas calzadas.
Hasta los años noventa, solo se mantuvo la bodega del abuelo Belda. Las bodegas ya no eran rentables.Se construyeron las cooperativas de Moixent y La Font de la Figuera. La gente se iba a a trabajar a la industria textil. El nieto Belda, inquieto e inconformista, renovó el mundo del vino en esta zona.  Aparecieron unos suizos que compraron una bodega y un estudio de la Universidad de El Fresno, California constató las variedades que podían funcionar.  Dani, en aquella época, consideraba que los vinos de este país eran huérfanos sin apellidos. Conservó la verdil e introdujo la chardonnay, en blancos. En tintos conservó la monastrell e introdujo la cabernet-sauvignon, la shiraz y la pinot-noir. Viajero incansable, inconformista y aventurero, con un punto de loco del rock and roll, arriesgó y llegó. Conocimos a Dani hace  veintitrés años por su vino Ponsalet.
.Lo ví por primera vez en la puerta del paellero de La Matandeta. La primera cata que organizamos de Els divendres dels tastavins fue la suya y esa noche sus caldos estuvieron marinados con nueve platos a base de anguila.



Pero volvamos a Fontanars, ya es tiempo de verema. Un grupo de curiosos, amantes de las bodegas, nos hemos apuntado al paseo con Dani de conocer las variedades, a pie de cepa. El bodeguero nos hablará de grados Baume y graduación: si quiero un vino de menos graduación, lo vendimio antes. Si quiero un vino de quince grados, lo vendimiaré màs tarde. El verdil se vendimió el dieciséis de agosto y será el primer blanco en beberse en el hemisferio norte. Le verdil est arrivé, sobre el nueve de octubre.
La vendimiadora hace el trabajo de cuarenta personas. En quince minutos recoge mil doscientos kilos. Doce personas en quince minutos vendimian ciento veinte kilos.




Este sábado de verema, nuestro grupo es variopinto. Una americana de New Jersey y su colega, que trabajan como informáticos en el centro de la ONU, en Quart de Poblet. Una encantadora familia rusa, cuyos hijos hablan valenciano como yo, que viven en Fontanars. Una tía y un sobrino enamorados del vino, una pareja de El Campello que practica el noble deporte de visitar bodegas...
 Es sábado y el día invita a pasear y aprender `por el campo. A beber el primer mosto y a degustar en la tienda los vinos y los productos de la zona que nos han preparado.



Kate, la americana está entusiasmada con el tinto Heretat de Belda. Y no se queda atrás el resto. Alguien dijo que Dios creó el agua, pero el hombre hizo el vino. Y este bodeguero de eso sabe mucho. Habrán otros sábados de vendimia para probar estos caldo. Los próximos 9 y 16 de septiembre.  Todavía están a tiempo. Una excusa como otra para conocer la Terra dels Alforins.
Pero, por favor, si les gusta, no se lo cuenten a nadie.




miércoles, 30 de agosto de 2017

ENVEJECER






                                                              A la amiga viajera

Nací a las nueve de la  noche, en casa, mientras pasaba por la puerta la banda de música de Sedaví porque era el día de Santa Cecilia. Ella estaba allí. No la había invitado nadie al parto, ni D. Rafael, el médico, ni mi abuela Emilia. Los hombres  de la familia no  se mezclaban en estos menesteres. Pero ella me esperaba tal vez sentada sobre uno de los butacones forrados de gris perla, con relieve de hojas alveoladas. O quizás se apoyase en el comodín  con espejo, justo donde se reflejaba la cara desencajada  de mi madre mientras me daba la luz. Seguro que no pronunció ni media palabra.
Pero ella ya estaba allí.  Para dejar testimonio que no me abandonaría durante toda mi vida. Que, a donde quiera que vaya y por mucho que me mueva, llegará la hora y el día de nuestra cita, ineludible y certera, en la que nos marcharemos juntas.
Así que no merece la pena invocarla, temerle, o huir de ella. Siempre nos espera.
Mientras tanto, queda  el doloroso  hecho de tener que llegar a la meta con un cuerpo y una mente que envejecerán poco a poco, sin que nos  dé tiempo a darnos cuenta. La memoria  es benevolente con nosotros y nos ayuda a olvidar el rostro que tuvimos, la tersura de la piel, el brillo de la mirada, la alegría del cuerpo en plena juventud. 
Por circunstancias universitarias, he pasado el mes de julio en Alicante. Campus de Sant Joan B Universitas Miguel Hernández. Me hospedé en el Camaleón de la calle Pintor Gisbert, un hostal para jóvenes mochileros de todo el mundo, al que fuimos a encontrarnos, sin premeditación, ni alevosía Nancy Miracle y yo.
Vida de estudiante veraniega: Por las mañanas, la playa de El Postiguet, por las tardes, el aula del edificio de Farmacia Marie Curie, donde el valenciano andaba capacitándose.
Alicante es una ciudad cercana que cohabita con el mar, llena de extranjeros y tópicos de película mediterránea. Afable y tranquila donde es muy fácil adaptarse y donde lo intentes por donde lo intentes, nadie habla valenciano, salvo un heladero de Xixona de nombre Vicent Servent y un vecino de la Vilajoiosa que se mojaba los pies en la  orilla del mar,  como yo.
Y en estas me fui a cenar con la hija secreta de Marilyn Monroe, Nancy Miracle. Rubia, ojos azules, escritora y cosmopolita.


Si ustedes buscan en el Dios Google quién es esta señora encontrarán sus huellas en fiestas pasadas en la Cerdeña, en una vida de muchos años en Ibiza. En exposiciones con  grandes pintores en cualquier lugar del planeta. Una mujer rubia, deslumbrante, atractiva. Poco que ver con la que cenó  conmigo a finales de julio. Hace tres años un accidente  de moto la convirtió en otra. El mismo espíritu, viajero y cosmopolita, encerrado en un  nuevo cuerpo que no la acompaña ya, que no le responde. Hay que ayudarla a sentarse en la silla. Y a levantarse. Y a ponerse en marcha. Su sistema nervioso lleva un mapa de ruta  que no acompaña al suyo. Le  cuesta hablar. Hacerse  entender. Pero también hablan sus ojos y  su sonrisa. Llevaba un mes en Alicante cuando nuestros caminos se cruzaron. Venía de pasar un mes en Ibiza. Se iba hacia Madrid. Después Miami donde reside. Ella y una enorme maleta. Arrastrando un cuerpo maltrecho por medio mundo, mientras le aguante. Sin  rendirse. Ahora la sigo por el FB. Anda por Honolulú.
Llegar a la meta reventados como  un caballo de carreras. A la cita a la que nos convocaron en el mismo momento de nuestra  venida a la vida. Cuando llegue la muerte, quiero que  me encuentre viva.
Mientras  el cuerpo aguante...











jueves, 23 de febrero de 2017

¡Diana Cerdá! ¡Mírame!

Conocí a Diana Cerdá con seis o siete años en la playa del Perellonet. Para entonces ya apuntaba maneras de una personalidad desbordante. Mi padre y mis tíos habían  construido un bloque de apartamentos, de los primeros, frente al mar. Un francés apareció por allí con ganas de invertir y les sugerió el nombre: Vistabella.
Los padres de Diana llegaron desde Vallada y los mios desde Sedaví. Diana no es que fuera más bonita que yo a los seis o siete años es que ya por entonces tenía una personalidad apabullante. 
Yo quería ser como Diana. No llamarme María Dolores. Y tener una madrina francesa. Y una hermana que se llamara Olimpia, como ella. Y que cada vez que mi abuela me llamara, me dijera mante. Pero yo para  entonces, no tenia ni abuela.
Diana y sus tres hermanos desayunaban galletas machacadas con ColaCao  y leche en un plato. Diana Cerdá era  para mí una estrella. Y yo era tan tímida...
Perdí a Diana Cerdá sobre los diez, once, doce años?
No lo recuerdo. Pero sí conservo en la memoria que su abuela, la abuela Fina, nos contaba ... En Estats Units, la televisió dura vintiquatre hores. La vida és tan diferent. Se marchó a Filadelfia donde su emprendedora familia abriría una fábrica de muebles de mimbre y ratán.
Mírame
Yo quería ser como Diana Cerdá. Vivir su vida. Llegó la adolescencia, la Universidad... Una noche de verano me encontré a Diana Cerdá en la plaza del Negrito. Había vuelto de los EE.UU. donde se graduó en Psicología y Sociología, trabajaba en la ciudad. Yo estaba tomando agua de Valencia con los hermanos Tortosa. Nos resumimos la vida en cinco minutos y cuando se marchó, los Taviani, que también son de Vallada, exclamaron... Maremeua! Hablar con Diana Cerdá!
 Le volví a perder la pista, hasta que me la encontré en el Facebook y las dos nos alegramos. Así que el día de Fallas vino a comer con parte de su familia: sus padres, su marido, sus hijas. Vivía en Ontinyent y... Acaba de publicar su segunda novela Mírame. También me enteré por Internet y continué siguiéndola . El día que la presentaba en Vallada, yo estaba en una conferencia en Ontiyent. Cuando lo hacía en la Casa del Libro, yo andaba por Fontanars. Pero seguía tras sus huellas.
Ya he leído su libro. Una novela negra que transcurre a tres niveles como toda buena diagénesis. Una denuncia social. Una novela muy buena. ¿Saben por qué sé que es buena? Porque la empecé a leer a las cuatro de la tarde y la terminé a las tres de la madrugada, toda de un tirón. Y eso para mí es importante. Porque está muy bien documentada. Porque las voces narrativas mantienen el ritmo y se entrelazan. Porque el personaje principal, el comisario Altarriba es humano, tiene problemas familiares y por muy buen policía que sea, no sabe cómo afrontarlos ni resolverlos. Porque las sorpresas abundan y porque efectivamente, cuando la verdad la tenemos delante, a veces no la queremos ver. En este caso, la verdad tiene varios estratos. Porque hay denuncia social. La denuncia social de un problema que nos atañe, que no transcurre a miles de kilómetros de nuestra existencia, que está ocurriendo en nuestra cuotidianeidad, al lado del colegio al que acuden nuestras niñas, cerca de los parques donde persiguen sus sueños. Escondidas en lugares lúgubres, sacadas a la fuerza de sus paises, sometidas a vejaciones, deshechas como personas, otras niñas están viviendo una vida que no es  la suya y no se merecen. Y nosotros no podemos mirar hacia otro lado.
Pero además hay un drama personal... Los inspectores de policia también pueden estar ciegos cuando analizan su propia vida. Y no les cuento más. Solo que Diana Cerdá y su novela estarán presentes en la Semana Negra de Ontinyent que se celebrará del 1 al 12 de  marzo.
Y si no van a poder asistir, salgan corriendo esta misma tarde en dirección a la Casa del Libro y comprenla. El fin de semana promete lluvia y con la autora de narradora, el tiempo  se acortará.














lunes, 20 de febrero de 2017

LA CENA SOROLLA Y IV

La Asociación Gastronómica Foc i Cassola, de la Vall d'Albaida es una asociación multidisciplinar en la que cabe todo menos la tristeza. Aunque La Matandeta no se encuentra en esa comarca, formamos parte de ella desde hace casi veinte años. Nos introdujo Rafa Calabuig, de El tinell de Calabuig. Fueron grandes y buenos tiempos.
Cuando nosotros nos incorporamos, ya habían celebrado la cena Rossini. El compositor italiano fue un gran gastrónomo y bon vivant. Cuenta Néstor Luján en Carnet de Ruta. Las recetas de Pickwick,  que Rossini fue un enorme devorador de macarrones y los popularizó en Francia, donde dejó su nombre a muchas cosas de la cocina francesa. ¿Conocen los macarrones "a la Rossini"? En su libro, el gran erudito que fue Néstor Luján cuenta una anécdota relacionada con ellos y el compositor. Rossini era tan fácil músico como perezoso. En 1816, el empresario del Teatro San Carlo de Nápoles, le encargó la ópera "Otello" y, para componerla, le ofreció el Palazzo Berio, que este empresario poseía. El vividor Rossini estuvo seis meses como huésped bebiendo y comiendo con sus amigos. La música no avanzaba, pero el ínclito compositor vivía en el Palazzo como pez en el agua. Al final el empresario se hartó y una noche, los criados secuestraron a Rossini, lo encerraron en una habitación y allí quedó el maestro a ración de macarrones hervidos hasta que acabara su ópera, que todavía no había comenzado. A las veinticuatro horas, Rossini lanzó por el torno la obertura de la futura ópera. Luego, en pocos días, salieron los tres actos y fue liberado. Sin embargo, el empresario, que no conocía la notación, se enteró luego que estos tres actos solo tenían de original los números 1, 2 y 3 que los encabezaban. Rossini había repetido infatigablemente  toda la obertura, adaptándola a la buena de Dios a los diálogos para recobrar su libertad y comer sus timbales de macarrones trufados, que eran su delicia. 
¡Qué menos que dedicarle un homenaje gastronómico a tan singular personaje! 
Rafa Gálvez asistió a la cena acompañando a Emili Marín, también buen gourmet y por aquel entonces, director de la Revista Saó. La cena fue todo un éxito y dio pie a otros proyectos gastronómicos de Foc i Cassola.
Cuando nosotros nos incorporamos, el proyecto que se iniciaba era una cena dedicada a la pintura de Sorolla. Si la cocina mediterránea es por antonomasia la cocina del color, qué mejor que inspirarse en el pintor que tan bien supo reflejar en sus cuadros el Mediterráneo, natural y luminoso.
Recuerdo que aquella primera noche, en la que conocimos a gente nueva y divertida, nos repartieron a cada uno una postal con un cuadro de Sorolla. A nosotros nos tocó el retrato de la actriz Raquel Meller. Tuvimos más suerte que Raimon Tortosa al que se le adjudicó el del escritor Ramón Pérez de Ayala.

Resultado de imagen de sorolla raquel meller

El reto consistía en crear un plato inspirado en cada una de las imágenes y que las evocara. Quedamos emplazados para el mes siguiente en el que Raimon no pudo acudir pero sí su mujer, Xefa que apareció con la invención: Un capellanet metido en un vol-au-vent, a modo de sarcófago. Y la verdad que el capellanet tenía la cara del escritor, que era enjuto y demacrado. Alguien le metió al capellanet un cigarrillo en la boca. En la vida me he reído tanto.
Así que solamente nos tiramos dos años haciendo pruebas de la dichosa cena Sorolla. Viaje a la Vall, vuelta de la Vall, y con la niña siempre en las cenas de adultos porque no teníamos con quién dejarla. Al regreso le decíamos Tú empieza a dormir que mañana hay cole.
Y ahora hay que hacer una prueba para cinco comensales. Y ahora para diez. Y ahora para veinte.
¿Pero celebraremos alguna vez la cena?, ¿Existirá una cena Sorolla? Dos años señores, dos años para preparar una cena. Al final hubo ultimátum. La cena Sorolla se celebraría el quince de noviembre en el restaurante El Riberet de Bocairent y el veintidós en La Matandeta.Resultado de imagen de Sorolla Francisco Pérez de Ayala



A la cena de El Riberet se apuntaron dos personas. Menos mal que Dios existe y siempre cuenta chistes. Un día antes de celebrarse cayó tal nevada que tuvieron que cortar la carretera de acceso a Bocairent y claro, por fuerza mayor, hubo que suspender el ágape.
Recuerdo que llamó esa noche Rafa Calabuig para contármelo y me preguntó  que cuántas reservas teníamos para la semana siguiente. Catorce, le contesté. Helena que estaba a mi lado me dio un codazo.¡ Serás mentirosa! Pero si no se ha llamado nadie. Además, esa noche, la del veintidós, jugaba el Valencia.
 Yo había enviado a todo el fichero de nuestros clientes el menú y el folleto de Foc i Cassola. Unos seiscientos sobres que me escribí a mano. El que algo quiere, algo le cuesta. No existía internet.
Pero a los no creyentes, a veces, también se nos aparece la Virgen de Lourdes. La gente empezó a hacer reservas justo tres días antes. Y cuando íbamos por ochenta y seis comensales, Toni López  me decía: ¡ No cojas más gente! ¿Cómo vamos a dar una cena de quince platos por comensal a tantos ? Y por el otro auricular, Rafa Calabuig, muerto de risa me animaba: Tú sigue cogiendo gente. Al final fueron ciento tres, según consta en el Libro de Reservas de aquel día.
La fiesta estuvo en la sala, pero la fiesta mayor era en la cocina. Casimir Romero, emocionado, hizo la presentación de la cena. Xefa y Raimon, como buen matrimonio que son, se pasaron la noche discutiendo, a Vicent, el de Menjars Clareta, no le quería ayudar nadie a pelar los lenguados  y yo a mis tres ayudantes les había hecho limpiar, de buen mañana, la campana, que es un faenón, porque Joan Micó me había contado que no tenía otra obsesión, cuando entraba en la cocina de un restaurante que fijarse en la limpieza de la campana. Hacía tiempo que habíamos comprado una partida de cervezas extranjeras que no había cliente que se las bebiera y esa noche cayó entera.
¡Qué noche la de aquel dia! Y el público lo que colaboró.
Ya saben ustedes que La Matandeta ha cumplido veinticinco años y la familia pensó, puesto que la clientela es tan diversa, no en una sola celebración, sino en todo un año. La cena Sorolla ha cumplido quince años y se nos ocurrió repetirla, eso sí versionada.
Será el próximo miércoles, 22 de febrero. Rubén Ruiz y su equipo junto a Raimon Tortosa y Rafa Calabuig llevan tiempo trabajando en actualizar aquel menú porque nosotros ya no somos los mismos, aunque nos guste el mismo mogollón. Esta vez el partido es Valencia-Real Madrid. Yo no envié  mis proyectos  a luchar contra los elementos y mucho menos contra los partidos de fútbol, pero la vida es así.
Y además,  creo que la Virgen de Lourdes ha tomado vacaciones.
Salve y bona nit. Si les apetece, aquí estaremos, celebrando que seguimos vivos.Mostrando IMG-20170202-WA0008.jpg











sábado, 18 de febrero de 2017

LA CENA SOROLLA III

La señal llegó en forma de sueño. Volvíamos a  vivir en nuestro piso de Sedaví y yo estaba asomada a la ventana de mi estudio cuando veía cruzar la plaza a mi amiga  del alma, Carmen Minguet. Bajaba las siete plantas del edificio, saltando los escalones de tres en tres, sin  esperar al ascensor. Le preguntaba ¿Es verdad que tenemos que volver a estudiar el bachiller? Sí, lo que hicimos no sirve para nada. Pero si estudiamos el BUP y el COU. No importa, yo trabajo de profesora y lo tengo que repetir también. Entonces empezaba a ahogarme, me faltaba el aire, me asfixiaba y me despertaba.
El sueño era constante, repetitivo. Pero, no sé por  qué me acordé del diálogo entre Alicia y el gato de Chershire:
Qué camino tomaré. Eso depende de adonde quieras ir, le contestó el gato. A cualquier parte con tal de salir de aquí. Pues entonces es fácil. Se trata de que camines lo suficiente.
Caminando, no. Pero en coche llegué a la Escuela Oficial de Idiomas de Valencia y me matriculé en francés, inglés, italiano y portugués. En árabe no, porque no quedaban plazas.
Tres años después, hice la preinscripción en la Facultad de Filología. Era el primer año que se aplicaba el Plan Bolonia. Me fuí de Erasmus a la Facultad de Letras Aix-Marseille. Volví, acabé la carrera. El año pasado cursé el máster del profesorado de la UV. Menos mal que estaba cansada porque si no me hago también el doctorado.
Es curioso, pero el sueño ha vuelto a aparecer, aunque ahora con otro disfraz.
Cuento estas cosas tan íntimas  porque, aunque sé que las experiencias son intransferibles, puede que le sirvan a otras personas. Los problemas no son tan apabullantes cuando los compartes. Creemos que todo se  acaba y todo vuelve a comenzar. Hay muchas vidas dentro de una sola.
Pero estas entradas, tres, se llaman La cena Sorolla y yo todavía no les he contado una palabra sobre esa cena. Mejor lo dejamos para mañana, ¿no les parece?
Salve y feliz fin de semana.





jueves, 16 de febrero de 2017

LA CENA SOROLLA II

¿Por dónde íbamos? Me pasé  años haciendo cursos de cocina. Los lunes, que era el día que cerrábamos el restaurante, yo me iba al CDT, a los días de Cocina de autor. He estado en cursos de cocina de Ferrán Adriá, de Carmen Ruscadella, de Koldo Rodero, de Toñi Vicente, de  Joan Roca... Y sigo sin saber picar cebolla. Pero no se trata de eso, sino de darle forma a  una cocina que tiene mucho que ver con tu manera de ser. Francis Montesinos no sabe cortar telas, ni Donatella Versace sabe coser. Sin embargo, han sido capaces de  revolucionar el mundo de la moda. De eso se  trata. ¿Lo entienden?
Resultado de imagen de museo sorolla de madridLlegaron los Divendres dels tastavins y Rafa Gálvez se trajo a todas las bodegas valencianas. Las cenas de Sant Joan y montamos cada una...
Bueno, pues había que casar a los novios que necesitaban una boda civil. Pepe Cataluña, el alcalde de Gilet ofició la primera. Pero para la segunda, convocaron los del PSOE un congreso extraordinario en Alicante y ya no pudo ser.
Hazlo tú. Le dije a Rafa Gálvez. No, tú te has metido en este lío y tú saldrás de él. Me  contestó.
Preparamos  el aperitivo, la cena y los casé. A varios. A  muchos.
Llega un momento en la vida en el que tienes que parar porque si no te machacas tanto que acabas por no reconocerte. 
Si no llega a aparecer Rubén Ruiz en nuestra vida, yo ahora estaría muerta o en el manicomio. ¿Cómo no voy a querer a mi yerno si le debo la vida?
Recuerdo que no hablaba con nadie. Que habían clientes de La Matandeta que nunca me  habían visto. Y yo siempre estaba allí.
Debió de ser una especie de depresión.  Por las mañanas me despertaba y me decía... Si todo  lo que me espera en  la vida es una  cocina, por mí, acabemos ya. No había futuro, ni esperanza. 
Entonces es cuando apareció el sueño, fue una señal. Y qué señal.