sábado, 18 de febrero de 2017

LA CENA SOROLLA III

La señal llegó en forma de sueño. Volvíamos a  vivir en nuestro piso de Sedaví y yo estaba asomada a la ventana de mi estudio cuando veía cruzar la plaza a mi amiga  del alma, Carmen Minguet. Bajaba las siete plantas del edificio, saltando los escalones de tres en tres, sin  esperar al ascensor. Le preguntaba ¿Es verdad que tenemos que volver a estudiar el bachiller? Sí, lo que hicimos no sirve para nada. Pero si estudiamos el BUP y el COU. No importa, yo trabajo de profesora y lo tengo que repetir también. Entonces empezaba a ahogarme, me faltaba el aire, me asfixiaba y me despertaba.
El sueño era constante, repetitivo. Pero, no sé por  qué me acordé del diálogo entre Alicia y el gato de Chershire:
Qué camino tomaré. Eso depende de adonde quieras ir, le contestó el gato. A cualquier parte con tal de salir de aquí. Pues entonces es fácil. Se trata de que camines lo suficiente.
Caminando, no. Pero en coche llegué a la Escuela Oficial de Idiomas de Valencia y me matriculé en francés, inglés, italiano y portugués. En árabe no, porque no quedaban plazas.
Tres años después, hice la preinscripción en la Facultad de Filología. Era el primer año que se aplicaba el Plan Bolonia. Me fuí de Erasmus a la Facultad de Letras Aix-Marseille. Volví, acabé la carrera. El año pasado cursé el máster del profesorado de la UV. Menos mal que estaba cansada porque si no me hago también el doctorado.
Es curioso, pero el sueño ha vuelto a aparecer, aunque ahora con otro disfraz.
Cuento estas cosas tan íntimas  porque, aunque sé que las experiencias son intransferibles, puede que le sirvan a otras personas. Los problemas no son tan apabullantes cuando los compartes. Creemos que todo se  acaba y todo vuelve a comenzar. Hay muchas vidas dentro de una sola.
Pero estas entradas, tres, se llaman La cena Sorolla y yo todavía no les he contado una palabra sobre esa cena. Mejor lo dejamos para mañana, ¿no les parece?
Salve y feliz fin de semana.





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