jueves, 19 de octubre de 2017

JOAN ROIG Y NOSOTROS



                                                           Y nadie podrá entender que esto tenga tanta importancia.
                                                                                      
                                                                                                El principito.
                                                                                 Antoine de Saint-Exupéry





Me fascinan los espacios donde las vidas se cruzan sin premeditación, sin saber que posteriormente tendrán importancia.. Quizás no haya saludo, o este sea muy leve, pero alguien en alguna parte tiene toda la estructura del guión, el momento en que cada personaje interpretará su papel y tendrá su tiempo y su lugar en nuestra historia.
Recuerdo perfectamente cómo y dónde conocí a Joan Roig. Era el mes de octubre y la Feria de Muestras de Valencia el espacio donde otro amigo común, el cocinero Rafa Calabuig, de Ontinyent, sirvió de introductor. Me llamó la atención su pelo ensortijado y sus inmensos ojos verdes. Miró la tarjeta de La Matandeta y me preguntó si el domingo siguiente tendríamos sitio para veinte personas. Claro que sí. Otro que no volveré a ver, pensé. Si he dicho que me fascinan los espacios, donde la vida da un salto y cambia de escalón, todavía me subyuga más pensar  que nunca somos conscientes de ello. Joan Roig se cruzó en mi vida a fin de  que yo me instalara para siempre en la suya.


El hijo de Paquita se crió en Alcalà de Xivert, pero fue en Alcossebre , en casa de la francesa Susana, donde su madre hacía faenas, en donde se le abrió un nuevo mundo que no fuera el de la comida básica y de subsistencia. Susana, una francesa oronda, preparaba hermosos buffets para sus invitados, entre ellos la cantante Mari Trini, pues su hijo era el representante  de esta y otros muchos artistas.
En los buffets de Susana,  quien practicaba el arte francés del savoir vivre, la buena presentación, la buena cocina, la degustación de viandas que Joan nunca había visto, se mezclaban con los primeros baños en top less de las extranjeras que acudían a la casa.
En el pueblo de Joan o se era albañil, o se iba con el padre al tros. Joan optó por la cocina y a los doce años ya limpiaba pescado en los chiringitos de Cambrils. Desde Salou a Cambrils. Decía Helmut Schmith que quien a los veinte años no era marxista, no tenía corazón. Y además estaban las discotecas, las manifestaciones y la movida. Algún día Joan Roig escribirá su particular Confesiones de un chef  y nada tendrán que envidiar a las de Anthony Bourdain.
A los años de la movida y del mero en Cambrils siguieron los primeros  del Can Roig, su restaurante en la platja Manyetes.
Y en aquel cruce de la Feria de Muestras se fraguaron los años del Congreso Gastronómico de San Sebastián, ocho años seguidos en noviembre. Otras barras. La del Dickens, los gin-tonics hasta altas horas de la madrugada y las confidencias en el Kontra. La playa de la Concha justo antes del amanecer.
Joan Roig es el amigo del alma que a toda mujer le gustaría tener, solo que yo lo he encontrado. Los viajes recorriendo España con una monovolumen y preparando cenas a cargo de la Agencia Valenciana de Turismo. El cruce de vidas entre Helena y Rubén, puesto que todo fluye. Panta rei, Heráclito! Otras noches y otras lágrimas. Y la vida que continúa por meandros imprevistos.



La otra noche nos reunimos unos cuantos a cenar en El Vermut de Paco Santamaría. La excusa era el treinta y tres cumpleaños de Helena Gálvez, pero la intención primera,  hacerle un pequeño homenaje a Joan Roig y a lo que fue su Can Roig  para varias generaciones de cocineros. Esos que casi no salen en los media, que se ensucian cuando cocinan y  no huyen cuando el comedor aprieta con más de cien comensales, aunque se revuelquen por el suelo porque se les cae a pedazos el alma.
Allí estaban Rubén Ruiz, Victor Puchades, Daniel Lastras, David Talaverano y Carlos Gava, el Dream Team de un buen restaurante. El Dream Team de Can Roig. Es mi segundo padre, repite Rubén cuando le preguntan por Joan Roig. Es una gran persona corean todos donde quiera que estén Y mira que es difícil que alguien que ha trabajado contigo con  la presión que hay en una cocina sea capaz de hablar así. Por algo será.
 El Can Roig seguirá en Alcossebre, pero Joan se nos va a Cuba, a instalarse en La Habana. Lleva muchos años con ese sueño y por fin, pronto lo alcanzará.



Como en la canción, yo también tengo el Corazón partido. Se acabaron los paseos por la Sierra de Irta, esa selva al lado del Mediterráneo, la escapada a verlo en pleno verano para que nos regale sus platos y su conversación. Se acabó el confesor a una hora de camino, cuando en la familia se tuercen los asuntos. Pero bienvenido sea de nuevo el Malecón. Soy la única persona en el mundo que le ha hecho patear sus ocho kilómetros. Bienvenida la terraza de Copelia con su helado de fresa y chocolate. Bienvenidos los mojitos en el Hotel Habana viendo pasar la vida. Y susurrarle al oído...
Amic de l'ànima, quánt t'estime!
Ay. Qué bien se está, cuando se está bien.